«Tampoco me gusta lo de «sacar» al espectador a escena, aunque P. lo haga con todo el amor del mundo, y brevemente. El público ha de estar en la gradas: ha pagado por eso. Un espectador en escena está a merced del actor, y eso es un pequeño abuso de poder, una pequeña violencia, aunque en el escenario no hay nada pequeño. Y además distrae, crea una tensión innecesaria. No hace falta subir a escena para «correr el riesgo de la  posibilidad de revolución»: toda butaca es una silla eléctrica si el texto es verdadero, como aquí».

Marcos Ordóñez en «Voz de muchas hambres», artículo en Babelia-El País. 13-06-2015.