CRÍTICA TEATRO

MISTERIOS DEL QUIJOTE. Autor, intérprete y director: Rafael Álvarez “El Brujo”. Iluminación: Oskar Adiego. Lugar: Centro Cultural Kulturgunea de Tafalla. Fecha: Jueves 5 de mayo. Público: 440 espectadores, prácticamente lleno.

Encantador de serpientes

En otoño de 2014, Rafael Álvarez “El Brujo” recorrió cuatro escenarios de la Red de Teatros de Navarra con El lazarillo de Tormes. Vuelve a hacerlo porque dispone de una baraja con una decena de espectáculos unipersonales que representa en función de su momento vital o de las circunstancias de “mercado”. En 2005 estrenó uno titulado Misterios del Quijote aprovechando el IV Centenario de la publicación de la obra. Se vio en Baluarte. Lo recupera en el aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes. Mantiene el título del espectáculo y conserva parte del relato, pero lo presenta modificado sustancialmente. Entonces giraba en torno a las hipótesis del cervantista Emilio Pascual sobre las todavía discutidas fuentes de inspiración que siguió el escritor para escribir su obra maestra, pero en esta ocasión la raíz morisca del relato es casi una anécdota. Por ejemplo, no citó ni una vez a Cide Hamete Benengeli. El Brujo convierte su nuevo-viejo espectáculo en una invitación a releer la novela –porque da por hecho que en Tafalla todos los vecinos la conocen, lo que arranca carcajadas de complicidad del público–. El eje, esta vez, es el elogio a la modernidad del relato y a su desbordante comicidad.

Pero da un poco lo mismo lo que cuente en escena. El Brujo es un encantador de serpientes e hipnotiza a los espectadores con una verborrea incontenible que combina ironía, malicia, disparate, erudición, poesía y actualidad. A los quince minutos de representación, y tras frenar sin éxito algunas ovaciones, aclara que la obra no ha empezado, que lo dicho hasta ese momento es sólo la introducción. Risas. Cambia la iluminación, suena la música y cuenta el Quijote. En siete minutos. “He batido el récord Guinness”, asegura. Más carcajadas. Pero, claro, no acaba la función, porque entonces comienza una larga digresión centrada en algunos capítulos, como el 9º, donde aparece el propio Cervantes como personaje testigo de las aventuras, con lo que el género literario entra en la modernidad. Aprovecha el episodio de Clavileño para hablar de la estancia del caballero y su escudero en Barcelona y hacer comentarios de actualidad sobre Cataluña. Comparará más tarde al cura con Rajoy y al barbero con Pedro Sánchez, para regocijo del público. Los momentos más hilarantes, sin duda, los consigue cuando comparte sus recuerdos de su primer contacto con los personajes, al introducir en el monólogo a su padre, profundo admirador de un libro que nunca leyó pero conocía bien y aprovechaba para contarlo mientras le daba al pimple. Se recrea teatralmente en la escena de la posada en que Alonso Quijano es armado caballero entre mercaderes y prostitutas y cierra el espectáculo con una vibrante y emotiva descripción de la muerte del hidalgo.

Rafael Álvarez se mantiene en un excelente estado de forma –sólo una vez en hora y tres cuartos dejó el escenario, seguramente para tomar agua– y es maravillosa la conexión con sus técnicos, que reaccionan de inmediato a palabras claves para introducir recursos de luz y sonido que le permiten variar el tono del discurso. Es el actor total. Al dominio absoluto de su cuerpo suma la cantidad infinita de registros de su voz, lo que le permite dar vida a infinidad de personajes y expresar cualquier emoción  manteniendo en todo momento el interés del espectador, rendido desde el minuto uno. Un lujo para el nuevo espacio escénico de Tafalla, que dignifica la exhibición de artes escénicas en la Zona Media y ayuda a sumar nuevos públicos.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el lunes 9 de mayo de 2016.