«En España, elite se ha vuelto una palabra sucia y también el desprecio al saber y la exhibición de la ignorancia parece que dan buenos réditos políticos. La derecha española ha despreciado y desprecia el saber porque está convencida de que no sirve para nada, salvo para alimentar a disidentes y a holgazanes. La izquierda doctrinaria alienta con plena deliberación una atmósfera social de hostilidad hacia el mérito, hacia las formas cuidadas, hacia la soberanía individual: como si también entre nosotros la incultura fuese una prueba de autenticidad, y la búsqueda personal de la excelencia en el ejercicio de una profesión o de una vocación -a no ser la futbolística- volviera a quien se dedica a ella culpable de elitismo. No hay un Donald Trump entre nosotros, pero demasiadas veces la chulería se celebra como coraje, la mala educación como campechanía, lo desgreñado como signos de rebelión; cada vez es más virulenta la agresividad contra quien ejerce su derecho soberano a no rendirse a lo ofensivo o lo grosero por el simple motivo de que parezca ser mayoritario».

Antonio Muñoz Molina en Perder las formas, artículo en Babelia-El País.