Crítica de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «De vacaciones», de Suripanta, en la Casa de Cultura de Mutilva
CRÍTICA TEATRO
De vacaciones. Compañía: Suripanta (Extremadura). Autor: Miguel Murillo. Dirección: Esteve Ferrer. Intérpretes: Pedro Rodríguez, Eulalia Donoso y Jesús Martín Rafael. Escenografía y vestuario: Ana Garay. Iluminación: Juanjo Llorens. Lugar: Casa de Cultura del Valle de Aranguren en Mutilva. Fecha: Domingo 23 de noviembre. Público: 110 espectadores, dos tercios del aforo.
¿Al Caribe o al salón?
Escribía hace unas semanas sobre la presencia continuada en las casas de cultura de la Red de Teatros de Navarra de compañías profesionales de pequeño-mediano formato de otras comunidades autónomas. Hablaba de la vasca Vaivén y hoy podría replicar la crítica con Suripanta. Gustan a los programadores porque cuidan todas las facetas de una producción teatral. Y cuando digo todas es todas. Desde la elección de un texto bien escrito –y no la primera ocurrencia que se vierte sobre el papel–, a una escenografía diseñada y construida por profesionales –sin esconder como minimalismo lo que es cutrez o amateurismo mal disimulado–, un buen diseño de iluminación, un figurinista con oficio detrás de cada pieza de vestuario que se exhibe y un programa de mano con la información que se precisa. Además de intérpretes y dirección, claro, aspectos éstos que, como el valor en la mili, “se le supone” a toda propuesta no aficionada. No extraña que en un fin de semana bien aprovechado hicieran bolos en Noain, Alsasua y Mutilva.
De vacaciones está escrita por uno de los mejores autores extremeños vivos, Miguel Murillo, cuyo teatro social bastante afinado ha trascendido las fronteras regionales. Define su obra como una “comedia negra” y la promociona con la siguiente leyenda: “¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para no perder el bronceado de los triunfadores?”. De entrada, intriga. Un cincuentón, recién llegado al paro, ha decidido esconderse en su piso un mes con su mujer y una lámpara de rayos uva para simular que está de vacaciones en el Caribe. Pero no lo hace por mantener las apariencias o esnobismo, porque enseguida vemos que no es un gilipollas, sino porque está realmente convencido de que sólo podrá encontrar trabajo a vuelta de verano si no arrastra una imagen de perdedor, ese “loser” que tan insultante suena en inglés. Tiene en mente un tipo con el que coincide en la cafetería donde desayuna y que, aun sin trabajo, sigue saliendo a la calle cada mañana vistiendo Armani y con cartera de cuero. En ese trasunto reside el valor de la comedia, que en el fondo es un drama. Ferrer, el director, (en alza tras haber convertido en éxito varios montajes en la cartelera madrileña) mueve la pieza desde la pura comicidad inicial –la mujer cuestiona la propuesta por absurda– al puro desvarío y paranoia tras un mes de encierro en el que la pareja no puede hablar alto para no alertar a los vecinos, escuchar la tele, conectar el ordenador (pues deja rastro), comer caliente, tirar de la cadena o dormir en un colchón, con lo que logra trasladar muy bien a los espectadores el patetismo de la situación inicial, de la que tanto nos hemos reído previamente.
El espacio escénico es de categoría, pues están perfectamente reconstruidas las calidades del piso un tanto por encima de las posibilidades de la pareja. Hay, además, un trabajo de iluminación minucioso que requiere la utilización de laterales para reproducir el sol extremeño que tamizan las persianas o la luz que se filtra por las rendijas de la puerta que da al descansillo de la vivienda. La paulatina degradación personal se refleja en la acumulación de basuras que sufre el salón. Dos actores solventes dieron credibilidad a esta metáfora sobre estos tristes días que nos está tocando vivir.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el domingo 7 de diciembre de 2014.
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