CRÍTICA TEATRO

 

FLORES ARRANCADAS A LA NIEBLACompañía: La Cuerda Teatro. Autor: Arístides Vargas. Dirección: Maite Redín.  Intérpretes: Maider Lekunberri y Maitane Pérez. Lugar: Civivox Mendillorri. Fecha: Jueves 6 de febrero. Público: 60 personas.

Exilios

Tiene Arístides Vargas, dramaturgo argentino afincado en Ecuador, mucho predicamento en esta tierra. Por su matrimonio con la actriz pamplonesa Charo Francés, ha establecido una fecunda colaboración con la Escuela Navarra de Teatro, que ha programado a su grupo Malayerba en gira y lo ha invitado a dirigir montajes de sus alumnos. Por eso hemos podido ver aquí representados sus más conocidos títulos.

El teatro de Arístides Vargas es político y poético. Dice cosas con sustancia y muy bien escritas. Uno de sus temas recurrentes es el exilio, y el desarraigo que conlleva, que él ha experimentado en carne viva desde que dejó su país en vísperas de la Dictadura argentina en 1976. De eso va estas Flores. Triste sino el del exiliado por largo tiempo, porque esa condición de proscrito no se pierde nunca: nunca se regresa al país que has dejado, pues nunca es el mismo que dejaste.

El teatro de Arístides Vargas casi siempre habla de lo mismo y de la misma manera, lo cual dificulta la sorpresa. Con su ironía, sus aforismos y diálogos afilados, es una delicia leído. Representado es otro cantar, porque es poco “dramático”. Apenas hay acción, y si se insinúa un atisbo de conflicto el antagonista está en “off”. Los diálogos apuntan en ocasiones a Ionesco –si hay humor–, a veces a Beckett, en ocasiones son realistas y en muchas más absurdos, porque las reacciones a lo dicho se alejan de cualquier lógica.

Situado frente a los dos personajes de Flores varados en un “no lugar”, sin entender muy bien qué les une ni por qué viajan juntos, el público tiene que sobreponerse a la sobredosis de metáforas y ser cómplice. Se necesita una “escucha activa” y aun así, a pesar del esfuerzo, se oyen a la salida comentarios de este jaez: “Se me ha hecho un poco largo”. Y eso que la obra apenas dura 50 minutos.

Todavía más morosa se hubiera hecho la representación de no ser porque había dos buenas actrices en escena. El personaje de Maider, la académica, está mejor escrito, porque mantiene su consistencia, y ella brilla. Se entiende menos el de Maitane, que pasa de activa fotógrafa a criada, aunque lo resuelve con seguridad. La directora acierta al dar movimiento y variedad a la minimalista puesta en escena. Las tres sabían los peajes de elegir este tipo de teatro y lo han representado dos meses en Argentina. A ver aquí.

POR VÍCTOR IRIARTE