El sueño de una noche de verano. Coreografía: Tony Fabre. Música: Henry Purcell. Dirección: Carmen Roche. Reparto: el elfo Puck, Edgar Chan. Reina de las hadas, Ana Belén Sanz. Oberón y Demetrio, Juan Carlos Toledo. Hada acompañante y Herminia, Yuka Iseda. Helena y comediante, Ana Ponce. Lisandro y Bottom, Arturo Naranjo. Programación de la Casa de Cultura de Burlada. 20 de octubre de 2013. Floja entrada.

Mágica noche de otoño

El bosque animado donde Shakespeare desarrolla la interacción entre el mundo mágico y real de su Sueño, está, en esta ocasión, mecido por el aire barroco de la música de Purcell y una exquisita coreografía que Tony Fabre hace para la compañía, esta vez en versión de cámara, de Carmen Roche. El resultado es espléndido. Es una función de ballet delicada, muy bella, libre de exagerados añadidos coloristas -se suele dar en esta obra-, y donde todo el peso cae en la danza, en los bailarines; doblando, algunos de ellos, personaje; de tal modo que los seis bailarines dan cuerpo a los diez roles. Ni que decir tiene que tal exigencia coreográfica sólo puede descansar en bailarines preparados a conciencia en la danza clásica -el estilo de la función es neoclásico-, en la versatilidad de movimientos -algunos de ribetes circenses en cuanto a saltos-, y en la apertura hacia pasos de indudable originalidad.

Tony Fabre (muy unido a Nacho Duato y la CND), basa su coreografía en la narración de las luchas y celos de Oberón y Titania, por supuesto, pero crea el movimiento pensando en el cuerpo y características de los bailarines. Así el elfo Puck, encarnado por Edgar Chan, de agilidad pasmosa y pequeña estatura, va a sobrevolar toda la función como una ágil libélula, hilvanando el argumento. Ya desde el primer «paso a dos» de los dos hombres más asimétricos del reparto -el alto y elegante Oberón, y Puck- es un prodigio de coreografía que saca potencial a esa asimetría: el revoloteo de Chan, que se cuela entre las piernas de su compañero, la simetría de movimientos sobre la desigualdad… en fin, la belleza de ese terreno explorado de rotundidad dancística, comicidad y magia. Chan ejecuta una casi diagonal en giros, espectacular.

El elemento femenino, que se sube a las puntas continuamente y sin problemas, también muestra características muy personales, dentro de la escuela clásica. La reina de las hadas de Ana Belén Sanz, es elegante y potente; el paso a dos con su partenaire, el rey, está, sin embargo, más apegado a la tierra. En contraposición, el vuelo de Yuka Iseda es etéreo, parece no tocar el suelo; alcanza alturas de ave en las elevaciones. Su velocidad, exactitud en los plantes, categoría de eje y giros, es esplendorosa, su figura pequeña ocupa el escenario como nadie. Ana Ponce, tanto en pareja de comediante, como en el rol de Helena, desarrolla una danza a medio camino entre ambas: magnífica en sus dúos con el comediante Arturo Naranjo, desarrollan, ambos, una compenetración en la simetría de una coreografía más del mundo real, enfrentado al mundo mágico.

El espectáculo es fluido, austero en la puesta en escena, mejor vestido en las mujeres que en los hombres, y totalmente imbuido en la música de Purcell (La Reina de las Hadas, entre ellas). Las combinaciones de solos, parejas, dobles parejas, o tríos se suceden; con hallazgos hermosísimos y pasos arriesgados, como el encuentro un tanto violento de Toledo y Naranjo; o el paso a tres de disputa de la mujer entre los dos hombres. La delicadeza y la ternura son pinceladas continuas de la obra: el cambio de parejas que efectúa Puck, los pasos a dos entre las hadas… En realidad es un espectáculo transparente, tocado de la frescura de rocío, de aliento de ala de mariposa; en el que el sueño y su despertar no son traumáticos; sí cálidos y sensuales; en el que la fantasía surge de los bailarines. Carmen Roche logra con lo menos, lo más. Un ballet de cámara que cubre la compleja narración de Shakespeare. Una gran función, que, sin embarco atrajo a poco público. Quizás no se publicitó bien. Los alumnos de los centros y academias de ballet, por ejemplo, deberían haber asistido.

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