«En los países anglosajones el teatro sigue siendo el espacio donde se representan con un grado extremo de articuación los debates más urgentes de la vida pública: el terrorismo, la guerra de Afganistá o de Irak, la corrupción política. En el nuestro, y con unas cuantas nobles excepciones, el teatro tiende más al panfleto y a la arqueología, quizás porque la hegemonia de los directores de escena casi abolió el hábito de montar obras originales de autores contemporáneos.

En Estados Unidos hay ya docenas de excelentes novelas que tratan con plena desenvoltura de las consecuencias de l11 de septiembre, de las guerras, del escándalo de la codicia financiera que nos ha llevado al colapso. A nosotros, la realidad cruda, la realidad inmediata, nos da escrúpulo. Estamos dispuestos a admirar el realismo narrativo a condición de que nos llegue traducido y suceda en América: si se escribe aquí los entendidos habituales lo descartarán como costumbrista y aprovecharán para hacer alguna referencia despectiva a Galdós».

Antonio Muñoz Molina. Dificultad de la ficción, en Babelia El País, sábado 20 de octubre de 2012