Desde Artez me mandan esta reseña de dos nuevos títulos sobre teatro que acaban de editar y que reproduzco:

Además de su extensa obra dramática, sus poemas, sus narraciones, sus estudios filosóficos, lingüísticos o teatrales, Alfonso Sastre ha sido un articulista mordaz, no solamente analizando el mundo teatral, sino con gran profundidad política. En la revista Artez tiene desde hace unos años su rincón mensual, donde nos desgrana sus impresiones generales sobre la propia función del autor, así como su mirada, que amplían el horizonte para dejarnos siempre un regusto por el compromiso con la propia profesión teatral, sobre las ideas que podrían servir para hacer un Teatro con mayor proyección de futuro.
Este libro que lleva un doble título, El autor y su sombra/El Rincón del No, es un compendio de todos sus artículos publicados, más una entrevista reciente, también publicada. Lo prologa Ricard Salvat, el que cada mes se encara a su amigo Alfonso en nuestras páginas.
Es, por lo tanto, una suerte de regalo, una manera de tener en un único objeto, este libro, sus opiniones expresadas en ARTEZ para que las puedan repasar, recordar o descubrir aquellos que se hayan perdido alguna de las entregas mensuales y para que contempladas conjuntamente veamos que existe una línea argumental, una idea del mundo, de la vida y, muy especialmente, del teatro. Por eso lo hemos incluido en nuestra colección Teoría y Práctica, porque pensamos que hay mucho pensamiento sobre el teatro y sus maneras de practicarlo.
Así explicaba el autor sus intenciones en el primero de los artículos: «Mi deseo es abrir en esta página –y que quede abierto a partir de ahora– una especie de “rincón para el no”; pero no se entienda, al tratarse de una revista de teatro, que pienso escribir una serie de artículos sobre aquella modalidad teatral japonesa así llamada –no o noh–, sino que voy a usar directa y crudamente el duro adverbio castellano de negación; es decir, esa palabra con la que se niega –¡no!– la legitimidad o la conveniencia de algo que ocurre y/o cómo ocurre en la sociedad: no a la censura, no a la xenofobia, no a la estupidez, no al teatro mercantil…».
Por su parte, Ricard Salvat en su prólogo insiste en la última cualidad pedagógica de este libro, “que llega en un momento oportunísimo, porque hay una gran desorientación estética, no diré política y ética porque ya lo hemos dicho todos tantas veces que uno ya se cansa de repetirlo. Pero los estudiantes de teatro, los jóvenes autores, directores y escenógrafos andan por lo que yo he ido verificando en las aulas, año tras año, muy desorientados”.

La colección de Textos Teatrales de Artezblai llega a su número 24 con la publicación de la última obra de Ozkar Galán, Unamuno, ad altior natus sum, en la que el joven autor dramatiza hechos reales e imaginados en torno a la figura de Don Miguel de Unamuno, 70 años despues de su muerte. Se trataba de, como dice Galán, «contar una historia que no se quiere sumar a esa imagen política diluida del maestro, sino que se quiere centrar en la historia de un hombre, que jamás encontró su centro, que jamás encontró su lugar, y que murió por la pesadumbre de no comprender al género humano. Don Miguel se convirtió, sin haberlo pedido, en el demiurgo de esta trágico sentido de la vida». Unamuno, ad altior natus sum es la segunda entrega de la Trilogía de mis muertos ilustres comenzada con Artaud, rien de rien con la que Ozkar Galán obtuvo el Premio del Certamen de Literatura Dramática de Pinto y que continuará con la figura de Oscar Wilde.
Unamuno, ad altior natus sum narra la peripecia vital de un Unamuno y su encuentro con personajes como Valle-Inclán, Muñoz Seca, Resurrección María Azkue a lo largo de su vida, y cómo no, también con el general Millán Astray, Pemán y Carmen Polo en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. Tal y como explica Pedro Víllora en el prólogo, no es aquí Unamuno el centro de la historia. «En una obra donde muchos personajes hacen y dicen, Unamuno sobre todo contempla un poco desde fuera y procurando no molestar. El teatrero deambular de Valle-Inclán y la jovialidad desenfadada de Muñoz Seca son, en el fondo, mucho más atractivos escénicamente, como también lo son para el propio Unamuno. Como él, acompañamos a estos líderes en su camino, nos burlamos como ellos de la mediocre disponibilidad de Pemán, y aspiramos un día a que nuestra tenacidad –la de Unamuno- se enriquezca con su impulso y su fuerza. El Unamuno de Galán es alguien que no teme equivocarse pero teme no actuar, que recibe estímulos contradictorios a los que siente que debe encontrar explicación. Se rige por la razón pero intuye que sería placentero abandonarse alguna vez a las emociones, como hacen sus amigos, pero comprende también que, para que los afectos y los sentimientos se explayen sin daño, conviene que alguien se entretenga en analizar intelectualmente las posibles consecuencias de caprichos y actos. En esa tesitura se mueve este Unamuno que siempre es uno y es otro, el que es y el que podría ser, el que piensa y el que siente, el popular y el ilustrado, el humilde y el soberbio, el inmerso y el que no se implica, el que quisiera salvar a un país de sí mismo para poder ser él y a la vez ser un país distinto».
Con esta obra Ozkar Galán regresa a la colección de Textos Teatrales de Artezblai, donde ya publicó en 2002 una pieza escrita en el euskera de Bermeo, bajo el título de Anpurrek.