Hoy es 25 de abril. Fiesta en Portugal. Tal día como hoy, en 1974, a las 12 y veinte de la noche, un periodista de Radio Renacimiento de Lisboa puso un disco y emitió una canción «para todos los que escuchan y la están esperando». Era Grândola, Vila Morena, un canto a capella de José «Zeca» Afonso. Era también la señal que esperaba el Movimiento de las Fuerzas Armadas (los capitanes de abril) para dar comienzo a la revolución que tumbaría la dictadura fascista más cutre, torpe y prolongada de Europa, la que comenzó el mediocre Oliveira Salazar y continuaba el insípido Caetano. También una de las más sanguinarias (su código penal fue lo que impulsó a un inglés a crear Amnistía Internacional), sólo superada por la franquista: tan cutre, tan dañina, tan de «olor a calcetín» como la portuguesa, aunque bastante más sanguinaria.

Los portugueses, tan discretos ellos, pueden ahora presumir de no haber dejado morir en la cama a su dictador, porque tuvieron agallas suficientes para echarlo. Está en su debe. Aquí no se hizo y de esos barros vienen algunos de los actuales lodos.

La revolución tuvo su canción, y tuvo su símbolo: claveles en los fusiles. No hubo tiros, sino flores. Una revolución hecha con poesía. Merece la pena recordarla. Pinchad aquí, que sigo sin saber bajarme nada de You Tube.