Teresa Catalán, en la modalidad de composición, y Rosa Torres-Pardo, en la modalidad de interpretación han sido galardonadas con los Premios Nacionales de Música 2017, que concede anualmente el Ministerio de Educación Cultura y Deporte y que están dotados con 30.000 euros cada uno. En el caso de Catalán (Pamplona, 1951), el jurado ha valorado «su amplio y diverso catálogo de obras, abarcando desde la canción lírica hasta piezas sinfónicas», con estrenos como los de Printzesaren Dantza o Aldonza y Crésida.

Catedrática de Composición e Instrumentación en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, fue condecorada en 2011 con la Encomienda de la Orden al Mérito Civil y en la actualidad es miembro del Consejo de Cultura del Gobierno de Navarra.

Además, el jurado ha concedido el premio a la madrileña Torres-Pardo «por su extraordinario trabajo de difusión de la música española como intérprete, recuperando repertorio y apoyando especialmente a los compositores españoles», así como por la «versatilidad» de sus proyectos, que aúnan varias disciplinas, especialmente «flamenco, poesía y danza». Renombrada pianista formada, entre otros lugares, en los prestigiosos Juilliard School of Music de Nueva York y Hans Graff de Viena, debutó en el Teatro Real de Madrid en 1987 con la orquesta alemana Philharmonia Hungarica bajo la batuta de Jean-Bernard Pommier. Desde entonces ha compartido escenario junto a orquestas como la Royal Philharmonic de Londres, Los Angeles Philharmonic o la St. Petersburg Philharmonic y ha trabajado con directores como Charles Dutoit y Vladimir Spivakov. Responsable de discos como Ballets Rusos (Prokofiev y Stravinsky) o Concierto Breve de Montsalvatge, ha colaborado además en proyectos interdisciplinares como la película musical «Iberia» de Carlos Saura.

El jurado, presidido por la directora general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), Montserrat Iglesias, ha estado integrado por Daniel Bianco, María Bayo, Antón García Abril y Vera Martínez Mehner. De él también han formado parte Antonio Moral Rubio, Pilar Rius Fortea (a propuesta de la Asociación de Mujeres en la Música), Antoni Parera Fons (Premio Nacional de Música 2016 en la modalidad de Composición) y Eduardo Fernández Palomares, subdirector general de Música y Danza, quien ha ejercido como vicepresidente.

Algunas de las primeras declaraciones de la compositora navarra:

«Navarra tiene que estar muy orgullosa de los músicos que ha tenido y que tiene. Hay que tener en cuenta que la Comunidad Foral probablemente sea uno de los pocos lugares pequeños que ha tenido representación interesante en cada una de las generaciones de compositores que se han sucedido a lo largo de los siglos XX y XXI. Lorenzo Ondarra ha sido Premio Nacional de Música, González-Acilu ha sido dos veces Premio Nacional de Música… Y luego nombres como los que has mencionado y otros muchos más, porque también hay gente joven con unas capacidades y cualidades fantásticas. Y también, por otra parte, está el Grupo de Pamplona, y mucha gente que sigue trabajando. Es un orgullo que Navarra debería sentir al pensar que de aquel conservatorio de Remacha han salido muchos músicos y que se ha mantenido esa tradición. Ojalá no se pierda la música en Navarra, siga siendo potente y continúen las generaciones de compositores navarros estando presentes y activas en los distintos grupos que se formen en el futuro… A mí me preocupa el futuro, el pasado nos tiene que enorgullecer, pero eso solo es ejemplo e impulso para el futuro, que es hacia donde hay que mirar».

«El problema siempre está en la educación, en los planes de estudio; la música antes era colateral, pero ahora ya ni es. La gente no está formada para disfrutar la música en toda su expresión, no solamente en lo que se refiere a música de consumo. Y esto es un mal de fondo que se va reflejando con el paso de las generaciones; cada vez hay menos público en las salas de conciertos, y los programadores, lo que quieren, lógicamente, es que vaya gente. Y, ¿a dónde va el público mayoritariamente? A las obras históricas; digamos que los clásicos nos hacen una especie de competencia desleal. Es mucho más seguro ir a escuchar una obra que ya conozco, me da igual decir la Novena de Beethoven que la Sexta de Tchaikovski, que ir a escuchar una obra que van a estrenar y vete a saber qué es. Porque es muy complicado comprender, y además no hemos generado la expectativa de saber a dónde vamos y qué vamos a recibir. Esa situación lleva a que vayan desapareciendo programaciones que incluyan música contemporánea, y los que más sufren esta situación son los jóvenes. Pero bueno, cuando empecé tenía la misma sensación, de por qué a los jóvenes no se nos programaba, y la realidad es que cuando uno está empezando tiene pendiente el camino. En cualquier caso, lo que hay que decir es que el que resiste, vence, y, personalmente, estoy volcada en la formación de gente joven porque creo que somos portadores de un conocimiento que no solamente hay que salvar sino acrecentar y transmitir».

 

«Estamos haciendo camino. En Navarra, si queremos pensar en el futuro de los jóvenes músicos y compositores, de toda esa potencia y calidad que tiene la gente joven, que es verdaderamente impresionante cuando se ve de cerca, casi aturde, en lo que tenemos que pensar no solo es en la cultura sino también en la educación. Y ahí tenemos mucho pendiente por hacer, nosotros y todo el mundo. La educación necesita una revisión profunda. En los planes culturales se están dando pasos que hasta ahora no se habían dado, pasos que son de fondo, que ocurren en la infraestructura y que apenas se ven. Y voy a poner como ejemplo que el Archivo General de Navarra cuenta ahora con un presupuesto para la música, lo que permitirá que sea contenedor de todo el legado de los compositores navarros. Se ha hecho un convenio con Eresbil y todo ello es un paso muy importante, algo que nadie puede entender cómo no existía. Se van a hacer más cosas, y queda mucho pendiente, pero sin olvidar que hay que pensar en educación y cultura».

“Desde el punto de vista compositivo hago lo que sé y lo que quiero. Nunca me ha entretenido pensar qué es lo que va a vender. Que luego se toca una obra mía y alguien la identifica, pues es un honor, porque eso significa que puede haber una coherencia, pero visto de cerca, como yo lo veo, no lo sé apreciar».