Crítica de danza de Teobaldos de «The Lamb», de la Compañía Kor’sia, en el TMUN
COMPAÑÍA KOR’SIA. Programa: The Lamb, work in progress. Dirección y coreografía: Mattia Russo y Antonio de Rosa. Música: J.S.Bach. Programación: ciclo Coda en Movimiento, del Museo Universidad de Navarra. Lugar: auditorio del museo. Fecha: 25 de febrero de 2017. Público: algo menos de media entrada (10 euros).
Brumas bachianas
La última jornada de la muy interesante incursión en el Bach coreografiado que nos ha propuesto el ciclo Coda en Movimiento ha estado dedicada al work in progress que la compañía Kor’sia está preparando con música de Bach. En principio recelo un poco del work in progress, porque suele ser una coletilla que se pone a ciertos espectáculos mediocres, que luego no llegan a más. No es el caso. The Lamb (El cordero) es un trabajo que todavía hay que perfilar, pero que ya ofrece una línea, una estética y unas escenas tremendamente poderosas que, despojadas de algunas lentitudes innecesarias y un tanto crípticas, culminarán lo que ya se propone: una meditación sobre el sacrificio; y, también, sobre las angustias del hombre: sus miedos, su muerte, sus estados de ánimo bajos y sus exaltaciones.
Predominan, en la apertura de la escena, las radiografías del esqueleto de un cordero, cuya carne, despojada, servirá de alimento a los bailarines. Se cierra la función con la famosa iconografía del Cordero Místico, donde estaban las radiografías. Esa es la clave de la obra. Y, para contar lo que, al fin y al cabo, es la historia de la Salvación a través del sacrificio, está la inconmensurable música de Bach ilustrando la parte más elevada de la propuesta; y los ruidos cotidianos, o neutros, como ilustrativos de lo más terrenal.
Suena el Kyrie de la Misa en sí menor sobre unos bailarines que efectúan movimientos imprecisos y de desasimiento, en un entorno brumoso. A partir de ahí asistimos a escenas de evidente belleza plástica: vestuario rojo (sangre) sobre un suelo de nube blanca; algunos pasos arriesgados y que evidencias la calidad de los bailarines, como la elevación de la bailarina sobre las piernas del bailarín tumbado; esporádicos pasos en simetría bien hechos; o el lentísimo, y muy logrado, reptar del bailarín sobre el sepulcro, al final. Con el Magníficat de fondo, se alumbra cierta esperanza (ensalzará a los humildes). Y con el coral de la Pasión según San Mateo, se vive uno de los momentos más intensos: la cola de gente que va a por la comida, con un acertadísimo paso hacia delante y hacia atrás, que remite a algunas penosas situaciones muy actuales.
La plástica del movimiento, que a menudo es entre robótica y de zombis, cambia radicalmente, al sonar la tocata en re menor para órgano: es un momento de relajación para el público, en el que cabe hasta el sentido del humor: unos angelotes traviesos emergiendo de las nubes (o diablillos). Un ángel negro asexuado (hombre vestido de mujer), y una figura de hombre maduro (¿trasfondo de Cristo?), hilvanan el espectáculo. Terminado el trabajo, se estrenará en el festival de Roma, que dirige Roger Salas: presente en la sala, ya recuperado, y que, como siempre, mostró su sabiduría en una breve charla. Y anunció el tema del próximo año: Goya y la danza. Enhorabuena por el ciclo, al que deberían asistir muchos más alumnos de las escuelas de danza.
Publicado por TEOBALDOS en Diario de Noticias de Navarra el 25 de febrero de 2017.
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