CRÍTICA TEATRO

CERVANTINA. Compañía: Ron La La (Madrid). Autor: Basado en textos de Cervantes. Dirección: Yayo Cáceres. Dirección literaria: Álvaro Tato. Dirección musical: Miguel Magdalena. Interpretes: Juan Cañas, Miguel Magdalena, Álvaro Tato, Daniel Rovalher e Íñigo Echeverria. Escenografía y atrezzo: Carolina González. Vestuario: Tatiana de Sarabia. Lugar: La Cava del Castillo de Olite. Fecha: Sábado 30  de julio. Público: 400 espectadores, lleno.

Pandemia incurable de cervantina

La epidemia de “cervantina” ha arrasado Olite y pronosticamos que será incurable. Los síntomas del virus los cantan los cinco intérpretes de Ron La La al unísono: “Causa ataques de cordura / erupciones de cultura / y deseos de aventura / en busca de libertad”. El espectáculo, puro regocijo festivo, es una invitación a leer la obra de escritor porque garantiza diversión y criterio. Y, tras haber ironizado sobre lo mucho que se cita al autor sin haberlo leído, pronostican lo qué pasaría si, de verdad, todo el país se pusiera a la tarea: “España se va al abismo / todo el mundo lee a Cervantes / para pensar por sí mismo”.

Esta compañía dio la campanada hace un par de años con En un lugar del Quijote, uno de los espectáculos señeros de la última década producidos en España, que recorrió escenarios de medio mundo con éxito incontestable. El responsable de actividades culturales del Instituto Cervantes en Nueva Delhi, espectador en Olite el sábado, destacaba la conexión vibrante que logró este humor y la puesta en escena ronlalera en públicos de culturas tan aparentemente alejadas de la nuestra como la india, en un festival celebrado el año pasado.

En su nuevo trabajo dan una vuelta de tuerca y ahondan en el resto de la producción literaria de Cervantes con un formato, el de revista musical, que les permite introducir numerosos temas con ritmos hispanoamericanos, flamencos o de copla, también cabareteros, mientras ponen en escena una atinada selección de textos dramáticos, poéticos y narrativos, extraídos de entremeses y novelas ejemplares, principalmente. Espectáculo escrito en un verso irreverente, pleno de sarcasmos, que combina las palabras del genio con alusiones de actualidad.

La función comienza con un diálogo terrible entre Cervantes (Álvaro Tato) y su Musa (Íñigo Echevarría), quien le ofrece el ingenio para componer sus obras a cambio de desgracias continuadas: perder la mano en combate, cautiverio en Argel, renunciar a América, cárcel en España y malvivir como artista. El escritor, maltratado por la vida, murió con el sentimiento de fracasado, pues a pesar de sus éxitos como novelista su obsesión fue siempre triunfar en el teatro (que era lo que daba dinero en la época), pero su estilo antiguo había sido arrinconado por el nuevo modo barroco. Con un conocimiento puntilloso del personaje y su circunstancia, el texto de Álvaro Tato es cruel con el personaje, pues pone en boca de la Musa que será enterrado en una calle de Madrid que llevará el nombre de Lope de Vega, su gran rival literario. Y lo remata mordaz, pues le pronostica que alcanzará fama incontestable sólo después de muerto: “Lucirás en el salón / de cada casa española / más toda la población / pondrá la televisión / o encenderá la consola”.

Hilarante resulta la representación del entremés El viejo celoso y sugestivo que la compañía ofrezca al público dos finales, pues añaden el de la novela El celoso extremeño, del mismo tema, para rizar el rizo. Cervantina alcanza un clímax deslumbrante con la dramatización de la novela corta La gitanilla, gracias a la hilarante interpretación de Juan Cañas haciendo de vieja bohemia y, especialmente, de Daniel Rovalher como Preciosa, quien es capaz de cortar en seco las carcajadas del público y recitar en absoluto silencio una elegía a los gitanos que eriza el vello y, una vez ha terminado, con un mínimo guiño, devolver al público al tono de chanza y desenfado que preside la representación. El esquetche del Hospital de los Podridos, atribuido a Cervantes, exige la participación unánime del público, quien puede desahogarse gritando aquello que hoy le saca de sus casillas. A un espectador le pronostican: “Caballero, caballero / serás el rey de España / con una cuenta en Suiza / y los dineros de Bankia”. Antes del número final teatralizan Rinconete y Cortadillo, novela ejemplar sobre dos buscavidas donde brilla de nuevo todo el elenco y permite exponer el saqueo que ha sufrido el país en los últimos años, puesto que citan al “marido de la Infanta / el Dioni y el Vaquilla / la Pantoja, Luis Candelas / El Lute, Rato y Pujol / ¡que viva la vieja escuela / del latrocinio español”.

Y es que los cinco componentes de Ron La La son excelentes intérpretes y  tienen una vis cómica desbordante, pero es que, además, cantan deliciosamente y tocan con suficiencia distintos instrumentos musicales. Cualquier ditirambo que se les impute se queda corto ante su actuación, por la capacidad de desdoblarse y personalizar diferentes roles, la precisión en sus entradas y salidas, el timing que imprimen a los diálogos, la sensación de naturalidad, juego y disfrute que transmiten, el ritmo vivísimo que logran y la perfecta conexión que alcanzan con el público, mérito sin duda también del director, Yayo Cáceres, que ha compartido su genio en un curso en días pasados. Una cuidada iluminación, una escenografía funcional que subraya la comicidad general y su tono de chirigota y un vestuario simbolista en ocasiones y cercano al tebeo en otras redondean un espectáculo sólo enturbiado el sábado por pequeños problemas con la microfonía inalámbrica. Cervantina invita a la lectura de un autor, nos apuntan, que hizo hablar a los perros 400 años antes de Disney y Pixar, viajó al Parnaso 400 años antes de la cristalización del LSD y logró que un licenciado Vidriera ofreciera tan sabias respuestas como hoy Internet. Sugerencia anotada. Y fabulosamente expuesta.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el lunes 1 de agosto de 2016.