Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «La jaula de grillos», con Alberto Vázquez, en el Teatro Gayarre
CRÍTICA TEATRO
LA JAULA DE GRILLOS. Producción: Saga (Valencia). Texto: Jean Poiret, adaptación de J.V.M. Luciano. Dirección: José Saiz. Intérpretes: José Saiz, Alberto Vázquez, José R. Saiz, Fernando Barber, Lina Martínez, Raquel Carrasco, Juanan Lucena, Estella Muñoz, Oscar Bustos, Edgar Moreno, Edu Lacueva, Mónica Villareal y Natalia González. Músicos: Paco Iváñez, Javi Palanca, Daniel Castillo y Tato Escriche. Vestuario: Fidel David. Coreografías: Lina Martínez. Maquillaje: Ingrid Sancho y Gema Verdejo. Escenografía: Carlos Sánchez. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Viernes 8 de julio. Público: 900 espectadores, lleno.
Cabaré festivo
La jaula de grillos es el espectáculo perfecto para los Sanfermines, pues tiene un humor desenfadado, mucha pluma y lentejuela y numerosos números musicales basados en canciones pegadizas de todos los tiempos. Es lo que busca el público sanferminero, mayoritariamente de edad y dispuesto a abrir un paréntesis relajado en mitad de las fiestas. Un tipo de espectador que apenas acude una o dos veces al año al teatro y siempre como un acontecimiento extraordinario, que estuvo a punto de perderse al caer de la cartelera los Paco Martínez Soria o Pedro Osinaga y al que el Gayarre ha logrado recuperar en los últimos tiempos. Un público condescendiente que se deja conducir fácilmente por el show y participa sin complejos.
La obra tiene una estructura argumental sólida, porque está basada en una comedia francesa,La jaula de las locas, que en 1978 devino en película de éxito que dejó dos secuelas y un remake en Hollywood, de 1996, protagonizado por Robin Williams, Nathan Lane y Gene Hackman. Un matrimonio de homosexuales maduro vive junto al cabaré gay de su propiedad. César lo dirige y Alvin es la principal estrella. El problema surge cuando el hijo biológico de César le comunica su intención de casarse con la hija de un político ultraconservador y pide al padre que organice unparipé durante la presentación formal de las familias. Eso supone alejar a Alvin, que ha criado al chico con dedicación maternal toda su vida. Lograr que acepte ser relegado y los ensayos de su nuevo rol masculino para presentarse como tío ofrecen los momentos más hilarantes de la comedia, gracias a un Alberto Vázquez (Alvin) y José Sainz (César) que empastan bien entre ellos y conectan fácil con el público. El primero, además, se desdobla en una excelente drag en sus números cabareteros como Zazá y canta con sentimiento y dominio todos sus temas.
Lo destacable de la propuesta es lo bien que se fijan los dos principales escenarios, la casa y el cabaré, que en las adaptaciones cinematográficas apenas tiene presencia. Aquí es la parte del león. José Saiz aparece en proscenio como maestro de ceremonias y bromea con el público a telón cerrado, lo que permite cambiar escenografías (sencillas pero atinadas) y presentar sin perder ritmo cuatro bloques de números musicales. La excusa del 15 aniversario del local permite incluir números muy variados que en otro contexto serían incoherentes, desde claqué a ritmos latinos o parodias de ballet clásico interpretada por hombres. La música en directo unida al colorido y variedad del vestuario y a la certera resolución de las coreografías logra arrancar continuados aplausos.
La parte teatral tiene momentos cómicos y otros ternuristas, aunque a los diálogos les falta sutileza. El conflicto de Alvin se plantea a brochazos desde el minuto uno. El guión tiene otras torpezas, como iniciarse en clave de musical Broadway, cuando el hijo canta sus penas de amor, código que chirría con el resto del espectáculo, donde la música se circunscribe al cabaré. Interpretativamente, esta jaula está muy desequilibrada puesto que el nivel actoral de los secundarios no llega al de Vázquez o Saiz. En el cine, la comicidad se concentra en el enredo durante las presentaciones familiares, con Alvin haciéndose pasar por la madre, pero aquí la dirección no ha logrado dar ritmo a unos diálogos planos y los actores están o muy estáticos o sobreactuados. El final, sin embargo, compensa con los 13 intérpretes en escena completando 140 minutos de fiesta continuada con un mensaje de tolerancia y respeto.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 11 de julio de 2016.
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