Andrés Pajares celebra 50 años sobre los escenarios
Recuerdo un comentario que hice siendo estudiante de periodismo a un compañero, tuvo que ser hacia 1984 o 1985: ¿Te imaginas que algún día le den el Oscar a los mejores actores a Pajares y Esteso? Se echó a reír. ¿Estás bebido?, me dijo. No, le respondí, pero es que el Festival de Cannes acaba de darle el premio al mejor actor a Alfredo Landa por su interpretación en Los santos inocentes. Si te fijas, Pajares y Esteso son exactamente lo mismo que Landa hace 20 años: las mismas películas ramplonas, el mismo personaje, humor chusco, la «españolada».
Hombre, visto así, me respondió. Porque sí, Pajares y Esteso son lo que era Landa en la década de 1970, el destape y todo eso, y lo de Landa en esa película y en El crack , de Garci, y otras ha demostrado ser un gran actor.
Pajares, el mismo de las películas de destape, del tipo «Ozores», chiste tras chiste, el mismo que se desdoblaba en seis personajes (el pijo, el mariquita, el currela, la Maruja, etc) para ser encuestado todas las semanas de mi niñez los domingos por la tarde en el programa 625 líneas, fue el mismo que unos diez años después de aquella conversación ganó el premio al mejor actor en el Festival de Cine de Toronto por ¡Ay, Carmela!, de Carlos Saura, donde hizo un Paulino memorable.
O sea, que se lo dieron. Con Esteso seguimos esperando. Pero tampoco lo descartaría.
Pues Andrés Pajares va a celebrar sobre los escenarios del madrileño Teatro Arlequín desde el 6 de febrero sus bodas de oro de la interpretación. Fue hace exactamente medio siglo cuando Andrés Pajares debutó, con 17 años, en el escenario de la sala de fiestas York Club de Madrid, «antes, a los 9 años, ya había ganado 25 pesetas en un programa infantil radiofónico que realizaban Pototo y Boliche», recuerda el actor. Ahora celebra estos 50 años de nuevo sobre las tablas, esta vez con un espectáculo propio, A mi manera… de hacer, con el que estará otras 50 fechas en el madrileño Teatro Arlequín desde el 6 de febrero.
En este tiempo, Pajares ha creado personajes que están en el recuerdo de todos, desde los televisivos Tío Willy, Padre Luis, El Currante o Madame Gigí, hasta el popular Makinavaja, pasando por el aplaudido y premiado Paulino de la película ¡Ay, Carmela!; y es que, como él mismo explica, «como hombre del espectáculo creo que soy un todo terreno».
Lo que es cierto, según dice, es que le gusta tanto crear personajes como matarlos, porque no le va eso de que le encasillen. Y, a la hora de hacer balance y recordar lo vivido, Andrés Pajares, siempre muy echado para adelante, deja ver su parte más sensible y se emociona fácilmente. «Soy un profesional del lloro, incluso internacionalmente», ironiza. «La gente siempre me ha querido», asegura el actor, que, cuatro años después del musical La jaula de las locas, regresa a escena con un espectáculo, «cargado de humor, entregado a la improvisación y pendiente de la actualidad del día a día».
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