CRÍTICA TEATRO

URTSUA. LEYENDA DE LUZ Y NIEBLA. Autora: Nieves Oteiza. Dirección: Assumpta Bragulat. Intérpretes: Manolo Almagro, Alejandro Arizkun, Mariabel Ballaz, Josu Castillo, Rakel Goñi, Arkaitz Ibarra, Carmen Izal, Harri Larunbe, Jaime Malón, Nieves Oteiza, Ventura Ruiz y Adela Santesteban. Compañía: Zarrapastra (Pamplona). Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Lunes 5 de octubre. Público: 600 espectadores.

Tragedia baztanesa y universal

El tirón de Zarraspastra es indudable tras una trayectoria coherente y honesta de décadas y se llenó el patio de butacas y se ocuparon no pocos asientos de los pisos superiores del Gayarre. Siendo estreno absoluto, se notó la excitación nerviosa entre los espectadores y pudo ayudar al éxito de la convocatoria que la acción se localiza en Baztán, de moda gracias a un serial de novelas policíacas.

Nieves Oteiza, autora además de actriz, ha realizado un profundo estudio de la mitología de la zona, muy rica, de la incómoda presencia de los agotes y de la ritualidad  e imaginería que acompañaba a los rituales de boda y a otras tradiciones del valle. Un trabajo de antropóloga y archivera hecho con cariño, rigor y dedicación, que es uno de los grandes méritos que sustenta su obra. Otro es el lenguaje preciosista utilizado, con ecos lorquianos, más apegado al teatro poético que al que reclama el drama contemporáneo, pero que empasta sorprendentemente bien. Se nota que es una gran lectora de poesía y que ha interiorizado la cadencia y musicalidad del verso. A partir de un reportaje periodístico de Lander Santamaría publicado en este periódico, imagina la tragedia de la moza que casa con el rico de la zona ocultándole su embarazo.

El cuidado puesto en la pintura y el detalle por Oteiza no ha tenido su correlato ni en la concepción global del drama ni en su carpintería teatral, muy plana. Si se escribe tragedia, el final es sabido y no tiene sentido ocultarlo, por lo que fiar la sorpresa al crimen no funciona y menos en una historia tan universal. (Leer Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, enseña todo sobre cómo atrapar sabiendo el minuto y resultado). Los caracteres principales necesitarían de muchísimo más conflicto interno para hacer creíbles motivaciones y acciones, porque es inverosímil el diálogo de Juana con su hermano sacerdote tal y como está planteado. No está bien pautada la información –de hecho, la protagonista descubre pronto el secreto a su hermano (y al público) y luego ante su marido– y por eso la trama no coge impulso ni se alcanza un verdadero clímax.

La dirección de Bragulat repite aciertos y errores de montajes anteriores con Zarrapastra. Es brillante el vestuario en blanco y negro, atinados los insertos musicales y bueno el trabajo individual con los actores, donde destacan Ventura Ruiz, Carmen Izal, Nieves Oteiza, Adela Santesteban o Jaime Malón dentro del buen tono general. Flojean como siempre las escenas de grupos, excepto la primera, y los enervantes intermedios entre escena y escena para introducir o sacar utilería, tan poco imaginativos. En teatro, se hacen eternos quince segundos con el escenario vacío esperando la entrada de personajes y desmerecen el resultado global.

El montaje crecerá función a función, pero el grupo debe corregir la escena del crimen, a la que le falta grandeza, y el confuso saludo final, que tapa la última intervención de un excelente Arkaitz Ibarra con la txirula y el salterio. El público, cuando arranca un aplauso, nunca se equivoca. Es error de escritura o, en este caso, de dirección. La iluminación lateral generó sombras sobre el rostro de los actores y debe mimarse más. El programa de mano no menciona a la autora y, después de un trabajo tan meticuloso, no deja de ser un olvido imperdonable.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 8 de octubre de 2015.