CRÍTICA TEATRO

ANTÍGONAAutor: Sófocles. Dirección y adaptación: Miguel del Arco. Intérpretes: Manuela Paso (Antígona), Ángela Cremonte (Ismene), Carmen Machi (Creonte), Santi Marín (Corifeo), Silvia Álvarez (Corifeo), José Luis Martínez (Guardia), Raúl Prieto (Hemón) y Cristóbal Suárez (Tiresias). Música: Arnau Vila. Coreografía: Antonio Ruz. Diseño de iluminación: Juanjo Llorens. Vestuario: Beatriz San Juan. Producción: Teatro de la Ciudad y Teatro de la Abadía (Madrid). Lugar: Olite. Espacio La Cava. Fecha: Domingo 26 e julio. Público: Lleno, 400 espectadores.

Mucha Machi

Miguel del Arco aterrizó en 2014 en el Gayarre con Misántropo, un extraordinario montaje sobre el Molière que puede quedar como ejemplo de cómo adaptar un clásico a un contexto contemporáneo. Ahí se confirmó como uno de los grandes y demostró en Olite que continúa en estado de gracia. La adaptación-revisión del original de Sófocles es soberbia. El texto ofrece una lección de ciencia política de primer orden, que ojalá se imprimiera y circulara y se subrayara entre los interesados en la cosa pública. Nunca tantos mensajes tan bien hilados, y tan bien traídos a nuestro día a día, como los expuestos sobre el escenario sobre el papel del gobernante, el respeto a la ley, su alcance, la protección del bien común, la razón de Estado, la conciliación del pensamiento individual y el respeto al dictado de la mayoría, la corrupción y el amiguismo, la necesidad de leyes razonables, el uso del sentido común como forma de conducirse…

Tebas ha sobrevivido por los pelos al desastre y la esclavitud. El traidor Polinices ha conducido al ejército de Argos contra sus paisanos y ha sido derrotado por su hermano Eteocles. Ambos han muerto en la batalla. Creonte, tío de ambos, asume el poder consciente del riesgo de colapso del sistema. Inteligente, sabe que la base de la reconstrucción social está en el respeto a la ley. El primer discurso al pueblo –magnética Carmen Machi– es de una honestidad impactante, un canto al buen gobierno, y será su perdición, porque compromete sus actos posteriores. Ella fija la norma: entierro con honores al patriota Eteocles y alimento de carroñeros el cuerpo de Polinices.

Antígona, hermana de ambos, defiende la ley divina superior que obliga a dar digno entierro a los muertos. Y la cumple, y es descubierta, y se sabe condenada a muerte. Escena a escena, el nivel intelectual del debate se incrementa y eleva la tensión dramática hasta la trágica escena final, en un continuo extraordinario al que favorece la forma transparente y directa en que se expone. La versión elimina el personaje de Eurídice (cónyuge de Creonte) y presenta matices novedosos. Despoja Del Arco a la bella Ismene de los melindres con los que acostumbran a presentárnosla y la exhibe tan chicazo y pasional como su hermana Antígona en su primera escena y después impacta en su grandeza autoinculpándose del crimen junto a Antígona.

Carmen Machi encarna a Creonte y la perspectiva femenina ofrece inusitadas variantes a la tragedia, porque el desgarro por la pérdida de los hijos siempre es diferente en una madre y porque la forma de gobernar también es más pensada y racional, sin tanta testosterona. Del Arco está con Creonte en su primera discusión con Antígona, presentada como una talibán cuya actitud pone a sus conciudadanos en riesgo de guerra civil. El tebano se compadece porque quiere a su sobrina y traiciona su listón ético al ofrecerle una coartada que evite su lapidación. Ella, intransigente, la rechaza, lo que la fuerza a ser rigurosa. Manuela Paso demuestra lo buena actriz que es porque resiste el ímpetu de una descomunal Carmen Machi, que irradia en escena una potencia brutal. Muestra su autoridad con leves gestos –su mano alzada a media altura acalla a sus súbditos–, y abruma a sus interlocutores con sus cortantes y afiladas réplicas. Cuando su hijo Hemón, novio de Antígona, trata de ganarla desde el debate intelectual, que es su terreno, la mirada al infinito de Machi sabiéndose traicionada y manipulada es antológica. Hasta cuando por fin duda tras la refriega con Tiresias y vence sus paranoias conspiratorias, mantiene su punto de lucidez buscando un argumento para justificar ante el pueblo su cambio de opinión sin que parezca debilidad. Solo se derrumba en la  escena final, abrazada al hijo muerto, que Del Arco visualiza de una forma impactante: Hemón perdona la vida a su madre y se mata a la vista del público.

Los ocho actores conforman el coro y llenan la escena con un movimiento coreografíado preciso mucho más sugestivo que cualquier escenografía. Desconciertan  algunas escenas corales (como en la que aparecen con máscaras de luchadores mejicanos), pero siendo todas tan diferentes en registro e intención puedes optar por otras bellísimas, como cuando el grupo acompaña el lamento de Antígona ya en la cueva. Ángela Cremonte (Ismene), Raúl Prieto (Hemón), José Luis Martínez (Guardia) y Cristóbal Suárez (Tiresias) tienen grandísimos momentos solistas. Los tres últimos, con Manuela Paso, estaban en Misántropo. Conviene subrayar la extraordinaria iluminación, que dibuja distintos escenarios y subraya estados de ánimo. También el vestuario, de corte militarista, que te sitúa en un paisaje tras la batalla, y con guiños a la puesta en escena clásica, como los coturnos de Tiresias, que elevan físicamente al personaje en un montaje de mucha altura.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 27 de julio de 2015.