"…ahora las salas de cine cierran y los teatros están más llenos porque ofrecen algo con lo que ninguna tecnología puede…"
Una reflexión sobre el teatro para terminar el año en esta bitácora:
«Algunas veces lo que parecía destinado a extinguirse según los vaticinios del papanatismo de lo último perdura sin aspavientos o resurge con más fuerza que nunca después de uan fase de declive; y lo más agresivamente celebrado como nuevo se vuelve de la noche a la mañana obsoleto. Cuando escucho ahora las renovadas profecías sobre el fin del libro me acuerdo de la manera entre condescendiente y cruel con que hasta hace no mucho estaba de moda burlarse del anacronismo del teatro. Me acuerdo porque yo mismo he participado de la broma (nadie está a salvo de la tontería de su tiempo): por comparación con la sofisticación tecnológica del cine, el teatro era un espectáculo deplorable, con sus cortinas viejas, sus declamaciones, sus tablones polvorientos que resonaban al pisarlos, etcétera. Y ahora las salas de cine cierran una tras otra y los teatros están cada vez más llenos, quizás porque el teatro, en su primitivismo que nos parecía tan irrisorio, ofrece algo con lo que ninguna tecnología de lo virtual puede competir: el estremecimiento de la presencia humana. En su limitación está su fuerza inmensa. Basta un tablado y unos cuantos actores sin más herramientas que sus cuerpos y sus voces para que delante de nosotros suceda íntegra la tragedia del príncipe Hamlet, la claustrofobia enlutada de la casa de Bernanda Alba.
«(…) Quién habría dicho hace veinte años que al cabo de no mucho tiempo el CD-ROM iba a ser una antigualla olvidada, y que los relucientes cedés, que a todos nos deslumbraron cuando aparecieron, con su liviandad futurista de plástico matalizado, iban a tener un porvenir mucho más corto que los libros con su tecnología del siglo XV. Por no hablar de los discos de vinilo, que tantos de nosotros nos apresuramos absurdamente a malvender o a dejar olvidados en desvanes, y que ahora recobramos porque nuestros hijos resulta que se han aficionado a ellos, y volvemos a escuchar asombrándonos de la calidad un poco áspera y filosa de su sonido, mucho más fiel a la verdad de la música que la asepsia de la reproducción digital. Nada es más moderno que algunos inventos del pasado; había más porvenires posibles, aparte de lo que la modernidad autoritaria dictaminaba como únicos».
(Trenes & libros, de Antonio Muñoz Molina, Babelia, El País, 25 y 26 de diciembre de 2009).
El romanticismo de lo antiguo, de los objetos que tienen historia, SU historia, es algo que no puede borrar ninguna nueva tecnología.
Saludos!