CRÍTICA TEATRO

Distancia: siete minutos. Compañía: Titzina Teatro (Cataluña). Dramaturgia, dirección e interpretación: Diego Lorca y Pako Merino. Diseño de sonido: Jonatan Bernabeu. Diseño de iluminación: Miguel Muñoz. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Domingo 14  de diciembre. Público: Un tercio del aforo, unos 350 espectadores.

Doloroso amartizaje

Diego Lorca y Pako Merino se conocieron en París, estudiando teatro en la reputadísima escuela Jacques Lecoq. Más que un “método”, ofrece al creador herramientas para la creación total en todos los oficios: interpretación, dirección, dramaturgia y puesta en escena. Su pedagogía propone la observación y la improvisación como paso previo a la escritura teatral, así como el uso de todo el cuerpo, más que únicamente del rostro, para dotar de expresividad al personaje. No hay que sufrir para interpretar, no hay que “creerse” y “sentir” las emociones, como proponía Stanislavski. El término aquí es “funciona o no funciona”, le llega o no le llega al espectador lo que se ofrece desde el escenario. Es un proceso de búsqueda y filtrado, ensayo y reescritura.

En 13 años, Titzina (“silencio” en serbocroata) ha estrenado sólo 4 espectáculos, lo que da una idea acertada del tiempo que se precisa en cada uno de sus procesos creativos, así como de su excelencia. Follie a deux nació a partir de una indagación sobre la locura; Entrañas, sobre las emociones que produce descubrir el pasado; Exitus es el resultado de una reflexión sobre la muerte; y ahora esta Distancia, cuyo leiv motiv es la infelicidad. Si para su primer montaje se encerraron en un hospital psiquiátrico y en Exitus acabaron en un tanatorio, aquí el proceso les llevó al personaje del juez, que personifica esa desazón existencial que Lorca y Merino buscaban, pues los magistrados suelen ser gente brillante que ha perdido su juventud encerrada entre manuales y códigos para poder sacar una durísima oposición. Ese carácter, como el tanatopráctico de Éxitus, son rara avis en un teatro, el español, que tiende al tópico con facilidad.

Distancia siete minutos se ancla en un día concreto, el 15 de abril de 2004, cuando la sonda Curiosity pisó Marte. Son los siete minutos críticos de la operación espacial, pues hay que frenar desde una velocidad de vértigo antes de hacer contacto. Son también minutos tremendos en la vida de un viudo y de su hijo, este magistrado solitario y angustiado que escucha el prosaico y –visto desde fuera– estúpido día a día de un Juzgado de lo Civil, donde juzga miserias cotidianas: la riña de dos vecinas, la pelea por 50 euros menos en la pensión de divorcio, los desperfectos causados por el tipo con mal beber… El amartizaje de estos dos hombres cuando finalmente rompen el silencio que les abisma impresiona al espectador.

Pero no desvelaré más, porque esta obra está programada en las casas de cultura de Noain, Alsasua, Mutilva, Zizur y Tafalla en 2015 y será difícil que quien ame el teatro y lea estas líneas no corra a verla. Conozco un buen teatrero que vio Exitus cuatro veces, y esta a la espera de su reposición. Pero sí diré que la interpretación de Diego Lorca como juez es memorable y sorprendente la cantidad de matices que Pako Merino muestra en la amplia galería de personajes que encarna, y que personaliza y logra diferenciar con un gesto, una modulación de voz y un oído atento al habla de la calle. Dos mesas convertibles en pizarras y un sofá. No necesitan más en escena. Un trabajo artísticamente impecable e intelectualmente de una honestidad radical que emociona al espectador y singulariza a Titzina en el actual panorama teatral.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 24 de diciembre de 2014.