Los hijos de Kennedy. Autor: Robert Patrick. Dirección: José María Pou. Intérpretes: Emma Suárez, Fernando Cayo, Ariadna Gil, Maribel Verdú y Álex García. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 4 y 5/10/2013. Público: Lleno.

Cinco rostros del desencanto

ES la falta de ideales la que llena los bares. Al menos, el bar en el que transcurre la acción de Los hijos de Kennedy. Robert Patrick escribió la obra a mediados de los 70. Son los años del Watergate, de las postrimerías de la Guerra de Vietnam… Hitos que marcan el fin de la inocencia, de la ilusión por lograr un estado de cosas distinto: un estado mental que Patrick identifica con la era de Kennedy. Todo se truncó un 22 de noviembre de 1963 en la plaza Dealey de Dallas. Una década después, los herederos de esa época recogen la amarga cosecha de desencanto.

Cinco personajes en un bar cuentan su historia. Sus historias: Los hijos de Kennedy se presenta como un cruce de soliloquios. No podemos saber si realmente comparten tiempo ni espacio. Solo sabemos que comparten desilusión. Hablan a un interlocutor invisible, no entre ellos. José María Pou ha querido en determinados momentos enriquecer la puesta en escena con unas sutiles pinceladas de interacción, pero lo cierto es que cada personaje lanza su discurso al aire: the answer and the questions are blowin’in the wind. Un bar es el lugar universal donde contar, donde contarse, historias. A conocidos o a desconocidos, tanto da. En esta obra, se constituye como un espacio simbólico, y los personajes como arquetipos de la decepción. A ratos, más bien como estereotipos, me temo.

Tenemos un actor gay especializado (porque no le queda otro remedio) en producciones ínfimas (Fernando Cayo), una aspirante a reemplazar a Marilyn Monroe que termina su carrera (o, más bien, la empieza) prostituyéndose (Maribel Verdú), una activista que ha pasado por todas las luchas callejeras sin obtener más resultado que los golpes de la Policía y un novio yonki (Ariadna Gil), un soldado de la Guerra de Vietnam enloquecido por el horror (Álex García) y una joven secretaria que añora los tiempos de Kennedy (Emma Suárez).

Es un muestrario variado, pero le veo varios problemas. El primero, que encuentro que el interés de los personajes está algo descompensado. Me cautiva la historia de Sparger, el actor de medio pelo que encarna Fernando Cayo, y sigo con razonable curiosidad las vicisitudes del personaje de Ariadna Gil. Pero me resultan algo superficiales y un pelín tópicos los relatos del soldado y de la aspirante a Marilyn. Y al personaje de Wanda, la nostálgica mujer de clase media a la que da vida Emma Suárez, no le veo más función que la de ubicar temáticamente la acción y ofrecer una especie de contrapunto al resto de los monólogos.

He leído que Pou asistió al estreno en España en 1977. Es curioso: aquí, en esos años, todo parecía posible. La obra podía tomarse más bien un vaticinio ominoso del desencanto que nos esperaba y que no ha hecho sino crecer desde la década siguiente. Podría parecer que este es un buen momento para recuperarla. Sin embargo, no consigo ver nuestra realidad en los personajes de Patrick. Y éste es el segundo de los problemas: que esos hijos de Kennedy son para mí como un primo segundo en América. Familiares, sí, pero lejanos.

Supongo que el interés en estos familiares estará precisamente en la familiaridad de los rostros que los encarnan. Desde luego, el elenco es de llamar la atención. Tras los nombres, no obstante, también acecha un cierto desencanto. La obra lleva todavía muy poco tiempo de rodaje, días apenas, y supongo que a eso pueden atribuirse algunos levísimos tropiezos con el papel y, sobre todo, ciertas interpretaciones que tiran a veces de cliché emocional, o esa es la sensación que me produjeron. Ya digo que alguno de los personajes no da tampoco para mucho más. Me gustaron, no obstante, la Rona de Ariadna Gil, contenida y con buenas dosis de verdad. Y también, y especialmente, el polo opuesto: el desaforado Sparger que compone Fernando Cayo, un pedazo de actor; se deja la mesura en el camerino, pero su visión del personaje lo reclama. Aún es pronto, estos hijos de Kennedy crecerán y se harán mayores, sin duda.

Pedro Zabalza en Diario de Noticias y en el blog Oscuro final