Crítica de «Mitad y mitad», con Fernando Tejero y Pepón Nieto, representada en el Gayarre
Mitad y mitad. Autores: Jordi Sánchez y Pep Anton Gómez. Dirección: Pep Anton Gómez. Intérpretes: Fernando Tejero y Pepón Nieto. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 14/09/2013. Público: Lleno (en la función de las 19.30).
El reparto
Madre no hay más que una. Y en algunos casos, es demasiado. Eso, al menos, es lo que deben de pensar Carlos y Juan, los protagonistas de Mitad y mitad, comedia negra, negrísima, escrita a cuatro manos por Pep Anton Gómez y Jordi Sánchez, e interpretada por los archiconocidos, por televisivos, Fernando Tejero y Pepón Nieto. Carlos y Juan son dos hermanos (medio hermanos, en realidad: solo de madre) que están esperando a que la dadora de sus días, ya medio muerta, pase a estarlo por completo. ¿Las razones? Para Carlos (Pepón Nieto), el bien más preciado de los hombres: la libertad. Sometido desde niño a la dictadura del cuidado permanente de una madre posesiva, la desaparición de esta le permitiría realizar su sueño preciado: largarse a Lanzarote. La razón de Juan (Fernando Tejero) también hay que buscarla en el bien más preciado de la humanidad: el dinero, que viene a ser la expresión tangible de la libertad. Supuestamente, la madre atesora en una libreta bancaria una pequeña fortuna, aparte de la vivienda, y ambos capitales pasarían a manos de los protagonistas cuando la vieja se decida a diñarla.
Con este punto de partida, el primer motor de Mitad y mitad es el reparto. El de la herencia, se entiende. Un móvil que proporciona la excusa perfecta para que ambos hermanos exhiban lo mejor (o lo peor) de sus dispares temperamentos: el pusilánime Carlos se enfrenta siempre con las de perder a un Juan que muestra consumadas artes de trilero. El descaro de este último en escatimar a su hermano fracciones cada vez mayores de su parte de la herencia proporciona los mejores momentos de la comedia. El mérito está en unos diálogos brillantes, bien escritos, con gracia. Y también, en el buen criterio en la elección de otro reparto: el de los actores. Tejero y Nieto revalidan en el teatro una vis cómica que ya habían demostrado en otros medios. Convierten en creíbles unos personajes que, sobre el papel, podrían resultar un puntillo estereotipados por lo marcado de sus personalidades opuestas. Y sobre todo, sacan petróleo de unos diálogos, ya lo hemos dicho, de buena calidad humorística. Les dan el tono preciso, colocan bien las réplicas, al ritmo adecuado. Únicamente, se les podría reprochar alguna leve falta de atención a las reacciones del público para demorar alguna contestación cuando en el patio de butacas no se han acallado todavía las risas.
Así que el éxito de Mitad y mitad radica mitad en su buena escritura, mitad en la adecuada labor de los actores. De todos modos, señalaría algún detalle que hace que la suma de estas mitades no dé un todo completo. En primer lugar, y por seguir con las fracciones, tal vez sería cuestionable la división de la pieza en dos partes. Me parece que sería mejor podar alguna redundancia, reducir la duración y tratar de mantener el ritmo que se alcanza hacia el final del primer acto. Después de ese punto álgido, la segunda mitad retoma la acción más cadenciosamente y pasan unos minutos hasta que se recupera la velocidad de crucero. Tal vez sea porque se introduce un leve giro en la acción al que no se termina de exprimir todo el jugo que puede contener. De todos modos, Mitad y mitad resulta en su conjunto una comedia muy divertida, bien llevada y, especialmente gracias a sus actores, con momentos gloriosos.
Pedro Zabalza, en Diario de Noticias y en http://oscurofinal.wordpress.com/
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