El Gobierno de Navarra tiene la intención de desarrollar su propia ley de mecenazgo. Así lo manifestó el martes el consejero de Cultura, Turismo y Relaciones Institucionales, Juan Luis Sánchez de Muniáin, durante la apertura del encuentro Gestionar cultura organizado por la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural de Navarra (Apgcna) y celebrado en Villava bajo el lema Tiempos difíciles para la financiación de la cultura.

Con esta declaración, el Ejecutivo parece que rectifica la postura y no esperará al Gobierno central. Eso sí, Sánchez de Muniáin no dio más datos sobre esta iniciativa, así que habrá que esperar para saber qué tipo de incentivos fiscales se habilitan desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo. En todo caso, y a la espera de conocer los planes del Ejecutivo foral a este respecto, algunos de los ponentes reunidos ayer en la casa de cultura de Villava se mostraron escépticos por las fórmulas que se están empleando para perfilar estas leyes, tanto a nivel regional como estatal. Y es que, en su opinión, es más que probable que las administraciones usen las leyes de mecenazgo «para absorber recursos para los grandes equipamientos»; por eso, el sector cultural navarro debe «hacer lobby, ejercer presión para que se promocionen actividades que salgan de la base», afirmó Lluís Bonet, gestor cultural y director de los cursos de Posgrado en Gestión Cultural de la Universidad de Barcelona.

Además, cuando uno se lanza a desarrollar esta clase de proyectos, debe conocer bien la realidad en la que se mueve, a juicio de Bonet, que expuso una serie de datos en torno a los hábitos culturales de Navarra. Cifras que demuestran que el gasto familiar en cultura de los navarros es inferior a la media, a pesar de que la renta per cápita es superior. «Habría que saber por qué», añadió el experto. En todo caso, en las nuevas políticas culturales que hay que reiventar ahora mismo, Bonet repartió la responsabilidad entre los políticos; la sociedad, «a la que hay que ayudar para que sea exigente y olvide clientelismos», y, por supuesto, a los gestores culturales. «Las grandes crisis permiten cambios inimaginables y el sector debe liderarlos», terminó.

Al mismo tiempo, Roberto Gómez de la Iglesia, director de la empresa c2+iu, insistió en que la gestión cultural debe «reinventarse» y abrirse a mecanismos colaborativos con otros ámbitos. En cuanto a la financiación, alertó de que «las reglas del juego han cambiado», así que más que captar recursos, los gestores y las empresas culturales deberían centrarse en generarlos, «porque si no, no vamos a sobrevivir». Por eso hay que «establecer nuevas relaciones e ir más allá del patrocinio clásico». Una de esas herramientas puede ser, a juicio de Gómez de la Iglesia, el crowdfunding, aunque en este punto pidió a los grandes equipamientos públicos que «no secuestren el micromecezgo, como hicieron con los patrocinadores». «No se lo quitéis todo a los privados», dijo.

El filósofo y periodista Josep Ramoneda clausuró el encuentro promovido por la Apgcna, en el que se habló de fómulas de financiación desde el sector privado como el fundraising o el crowdfunding, entre otras.

Algunas frases de Luis Bonet, entrevistado por Ana Oliveira en Diario de Noticias:

«Hay muchas responsabilidades compartidas en la actual crisis económica. De alguna forma todos hemos sido cómplices porque hemos callado, porque hemos aceptado que hubiera un sistema de corrupción; porque hemos preferido vivir bien y mirar hacia otro lado… Pero, sin duda, hay gente que tiene responsabilidades mayores. Y también otros -empresas, gestores culturales y entidades- que han gestionado muy bien».

«Evidentemente, se han hecho cosas mal, pero hay otras que se han hecho bien. En 30 años hemos construido una cantidad enorme de infraestructuras a las que ahora hay que dar sentido; y hemos formado a un montón de gente que son mucho menores que nosotros. Y si ahora se va, estaremos descapitalizando el país. Y no es que me preocupe que estos jóvenes se vayan fuera durante unos años, porque regresarán con una mirada que nos mejorará. Lo que preocupa es que los que ahora marchan no tengan espacio para regresar después».

«El gestor cultural tiene un papel fundamental en la medida en que la cultura es la columna vertebral del desarrollo. Una sociedad se puede desarrollar de muchas formas. Si resulta que la nuestra es una cultura provinciana en la que pensamos que todo lo de fuera es mejor que lo de dentro y nos importan más las apariencias que las esencias, el modelo de desarrollo será distinto que si lo que valoramos es aquello que somos capaces de hacer con esfuerzo; aquello que hacemos para emocionar a nuestros vecinos; aquello que nos permite admitir la crítica y la mirada distinta… Si la cultura está basada en la creatividad, la innovación y en hacer cosas diferentes, nuestro modelo de desarrollo será mucho mejor. Por lo tanto, la cultura no es un elemento neutro; un gestor cultural que quiere hacer las cosas como se han hecho siempre no genera procesos como el que opta por hacerlas de un modo distinto y que está observando a sus conciudadanos para proponerles cuestiones que les haga despertar. Una sociedad que tiene miedo y que quiere centralizar la mirada única no puede crecer. Y la gente marchará y no volverá».

«El sector de la cultura debe tener claro que tiene que convencer a los políticos y a la ciudadanía. En un mundo en que los lobbys están por todas partes, si crees que solo hablando vas a cambiar el mundo, te equivocas. Si quieres que las instituciones y las empresas crean en el papel central de la cultura, debes hablarles en su idioma, presentando informes que sean digeribles, entendibles y que se midan en pie de igualdad con los que se hacen en otras áreas».

«Los gestores culturales tenemos que empezar a hacer cosas y animar la demanda. Hay un trabajo fundamental de concienciación y la cultura puede ser una herramienta para generar confianza, pero solo si lo hacemos bien, si damos libertad a la gente para que decida. Y eso pasa por darle información y capacidad crítica, no por atontarla».