«Es una antipatía mutua. Ya nos hemos hecho viejos así. Me produce risa (…) Detesto a los actores y su mundo, me da fatiga el artisteo, ese lodazal de egos, ansias de destacar y de ser especiales. Los actores son ruidosos, tontos. A Beckett tampoco le gustaban. Esto creo que ha sido fundamental en el desencuentro, pero no deja de ser una rencilla de patio de butacas o de vecinos, de corrillo cervecero. Es una pena que sea todo tan cutre, porque las disputas estéticas deberían solucionarse a tiros, como hicieron Rimbaud y Verlain».

ANGÉLICA LIDDELL, autora, directora e intérprete teatral, en El País, sábado 13 de marzo de 2021.