EL CASCANUECES. DEL BALLET DE SAN PETERSBURGO. Programa: El Cascanueces, con libreto de Ivanov/Hofmann, y música de Tchaikovsky. Coreografía adaptada a números de gimnasia rítmica sobre la de Petipa. Programación: empresa privada. Lugar: sala principal del Baluarte. Fecha: 21 de diciembre de 2016. Público: no llegó a media entrada (38 euros).

Dorar el oro

Con el nombre bastante genérico de Ballet de San Petersburgo (no sabemos si el Clásico, o una derivación; y, desde luego, no el Mariinsky), la trouppe rusa nos ha traído el clásico de Navidad –Cascanueces-, trufado de algunos números, sobre todo de gimnasia rítmica, que le aportan el calificativo de Cascanueces acrobático. Pero las acrobacias vistas en Baluarte, no eran precisamente deslumbrantes. Han querido abrir el ballet a más público, pero, por lo menos aquí, sigue teniendo más éxito el ballet tradicional. Lo intercalado entre el desarrollo del ballet canónico ha consistido en la inclusión de los aparatos de gimnasia rítmica -balones, mazas, aros, cintas- entre una lectura, por otra parte, bastante canónica de la coreografía convencional. Hay que decir de entrada que, a excepción de un punto de más espectacularidad aportada en las danzas del último cuadro, y cierto adorno de cintas en el ballet blanco; nada gana sobre el original.

Dicho esto, la velada fue a más. La primera parte -a excepción de un elegante vestuario exhibido en el galop del comienzo, y los correctos telones-, transcurrió bastante cansina e imprecisa en la evolución del cuerpo de baile -la batallas de ratones fue prescindible-; con incompleto emparejamiento de elemento masculino. Pero la cosa cambió, radicalmente, en el ensoñador acto blanco, con la aparición de los protagonistas del paso a dos, que mostraron destellos de la grandeza de la escuela rusa. No se nos facilitó programa, ni nombres, pero tanto la bailarina como su partenaire, dieron una lección de elegancia, excelente compenetración, y dominio de las puntas (ella), y vuelo y giro académicos (él). Así mismo, el cuerpo de baile (14) cuadró una más que correcta simetría, adornada con el vuelo de las cintas, concluyendo unas actuaciones más que aceptables. Y fue en las danzas -española, india, china, bufones, mirlitones- donde la otra disciplina rítmica -también muy exigente y perfeccionista- estuvo más lograda y compenetrada.

Entre el público, un grupo de niñas, de un equipo de gimnasia rítmica, sí que disfrutaron de lo lindo. Excelente idea la de la entrenadora de llevarlas a este espectáculo, porque, vieron subir su disciplina, más deportiva -aunque la frontera es delgada-, de la cancha al escenario; entre vestuarios vaporosos, luces y telones de cuento y la maravillosa música de Tchaikovsky. Y, salieron con ojos todavía más llenos de belleza, y con más ánimo, porque a los rusos, también se les cayó alguna maza.

Por Teobaldos. Publicado el sábado 26 de diciembre de 2015.