CRÍTICA TEATRO

LAS GUERRAS CORRECTAS. Autor y director: Gabriel Ochoa. Intérpretes: Manolo Solo (Felipe González), Luis Callejo (Iñaki Gabilondo), César Tormo (Jordi García Candau) y Chani Martín (Alfredo Pérez Rubalcaba). Producción: Teatro del Barrio (Madrid), Teatro del Temple (Zaragoza) y La Rambleta (Barcelona). Lugar: Casa de Cultura de Zizur Mayor. Fecha: Viernes 30 de octubre. Público: 100 espectadores.

X, incógnita por despejar 

“¿Organizó usted los GAL, señor presidente?”. “¿Autorizó usted la guerra sucia contra ETA?” Estas dos preguntas, lanzadas a bocajarro por Iñaki Gabilondo a Felipe González, entonces presidente del Gobierno, impactaron a la ciudadanía, marcaron un hito en la historia del periodismo español y consagraron al periodista. Fueron pronunciadas la noche del 9 de enero de 1995, inmediatamente después del Telediario, en una entrevista honesta, sin artificios ni componendas, realizada en un contexto político muy complejo. El GAL, que actuó entre 1983 y 1987, estaba de máxima actualidad porque las investigaciones del juez Baltasar Garzón habían cercado a varios miembros del Gobierno socialista y todos se preguntaban por el señor X o, dicho de otro modo, quién en la cúpula del Gobierno había autorizado la lucha contraterrorista ilegal. La incógnita sigue sin ser despejada. Un ministro, José Barrionuevo, y un director general de la Seguridad, Rafael Vera, acabaron en la cárcel por esos hechos. No Felipe González, quien siempre se desmarcó y, al contrario de lo que esperaba Gabilondo, se negó a asumir cualquier responsabilidad política en su cara a cara.

Veinte años después, Gabriel Ochoa reproduce sobre un escenario parte de la entrevista, cómo se gestó y el impacto que causó después en sus protagonistas pues,  según la tesis de la obra, influyó en la pérdida de las elecciones del PSOE un año después. El autor pudo hablar con Julián García-Candau, entonces director de RTVE y promotor de aquel formato televisivo de 30 minutos. También le recibió Iñaki Gabilondo, quien le narró un jugoso encuentro con Felipe González años después, ya retirado de la política, en el que se insinúa que sabía más de lo que llegó a reconocer. No quisieron dar su versión Felipe González ni Alfredo Pérez Rubalcaba (el “fontanero” de aquel Gobierno, que acompañó y asesoró al presidente).

Se trata de una nueva apuesta por hacer en España teatro documental, habitual en el ámbito anglosajón, para interrogarnos sobre el pasado reciente. El problema de fondo de la pieza es que todo lo que ocurre en el escenario se presenta como cierto. Impacta en el espectador por la potencia y cercanía que ofrece el teatro, superior a cualquier ficción, pero son versiones de difícil contraste. La línea entre lo real y lo inventado no está clara y ciertos guiños iniciales del autor –un actor lee las acotaciones al público en la primera escena– no tienen más desarrollo y mantienen la ambigüedad.

Excepto la figura de Rubalcaba, dibujada con un tamiz irónico, la conversión de personas tan conocidas en personajes es excelente. Manolo Solo (al que vimos de juez Ruz hace dos semanas en un montaje del mismo estilo) está soberbio poniendo carne, voz y acento a un Felipe González sin caer en la caricatura. La composición que hace Chani Martín de Rubalcaba es brillante –la forma de colocar sus manos, sus muletillas, falta de carisma y gracia– y provocó carcajadas en el público. La figura de Gabilondo, por el contrario, queda plana y desequilibra el resto. Voces en off reciben y despiden la función, recordando datos contrastados sobre el terrorismo de Estado y generando en el espectador cierta sensación de desasosiego. Objetivo, por tanto, cumplido. Lástima el poco público, siendo estreno absoluto en Navarra.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el martes 3 de noviembre de 2015.