CRÍTICA TEATRO

AL FINAL DE LA CARRETERA. Autor: Willy Russell. Dirección: Juan Carlos Rubio. Intérpretes: Ángeles Martín, Enrique Asenjo, Marina San José y Raúl Peña. Producción: Txalo (País Vasco). Lugar: Casa de Cultura del Valle de Aranguren en Mutilva. Fecha: Domingo 1 de noviembre. Público: 170 espectadores. Lleno.

Adosados y acosados

La fórmula de Txalo funciona muy bien en las casas de cultura de Navarra: un texto cómico sin más ambición que hacer reír, intérpretes muy conocidos de la pequeña pantalla y una producción mejor que digna. En Al final de la carretera, las virtudes van  en orden inverso a como se citan. La escenografía es deslumbrante y epata al público habitual de las pequeñas localidades, acostumbrado a puestas en escena pobretonas. En esta obra el espectador tiene enfrente el jardín que da entrada a un chalé adosado, al que se accede por una puerta derecha. No falta ninguno de los aditamentos al uso, desde barbacoa a muebles de jardinería. En ocasiones, los protagonistas se asoman a escena por la ventana del primer piso, lo que da idea del cuidado puesto en los forillos para dar profundidad y prestancia al decorado. En segundo plano, al otro lado de la valla, se perfilan otros tres chalés “acosados” y, por encima de estos, se ofrecen algunos “efectos especiales” bastante apañados.

El tirón de rostros conocidos es la segunda gran baza de la producción. Cuando, además, son buenos intérpretes, la propuesta está condenada a funcionar. Marina San José ha aparecido en La que se avecina, Amar en tiempos revueltos o Gran Reserva y tiene una digna trayectoria en teatro, que se nota al momento por su seguridad en escena y la composición del personaje que realiza. No es solo un rostro bonito con apellido de famosos. Manuel Baqueiro, también popular por su larga permanencia en Amar en tiempos revueltos, causó baja en esta función y cumplió con creces su sustituto, Enrique Asenjo, al que el papel de cuarentón desengañado y “acosado” le va como un guante. Ángeles Martín ha sido una secundaria de lujo y su rostro nos es familiar desde hace dos décadas, como también el de Raúl Peña (El secreto de Puente Viejo, La señora o Un paso adelante), que muestra en esta comedia una notable vis cómica.

El texto, digámoslo de entrada, no vale nada. Tiene un planteamiento simplón, una acción previsible, unos personajes planos y un enredo mal dibujado. Sorprende que una pieza en exceso larga, cerca de cien minutos, pierda el tiempo en temas recurrentes y no dé más texto a los personajes cuando lo necesitan para hacer creíbles sus cambios de humor. Si la escritura carece de ingenio, el desenlace siempre suele ser apresurado, aunque se nota sobre todo en que acaba dándonos igual como termine. La solución podría haber sido la contraria y tan panchos. Perfectamente olvidable, por tanto, la cenita al aire libre del varón (Enrique Asenjo) en plena crisis de los cuarenta y harto de su vida acomodada, de una mujer con ínfulas (Ángeles Martín), de sus padres agonías, del vecindario y de sus amigos pijos (Marina San José y Raúl Peña).

Al no haber apenas humor de situación, se ha optado por recurrir a chistes fáciles sobre el sexo, citas de personajes de moda, imitaciones de cantantes y a la gracia que aportan los propios intérpretes con gestos, andares y sobreentendidos. El director renuncia al realismo y carga tintas en efectos especiales, con luz y sonido, a modo de insertos, para provocar las risas inmediatas del auditorio, aunque por momentos la pieza desbarre hacia lo astracanesco. El público se entretiene, ríe en bastantes momentos y aplaude largamente el esfuerzo de los intérpretes, que se entregan incondicionalmente.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el domingo 8 de noviembre de 2015.