Curioso el revuelo armado con el 40 aniversario de la muerte del Ché. Las webs de la ultraderecha, tan abundantes en España, se lanzan a calificarlo de asesino y criminal. Los reportajes de las distintas cadenas de televisión generalistas se centran (como no puede ser menos en su habitual insulsez y simpleza) en que se ha convertido en un icono cuya imagen lucra al capitalismo que tanto combatió el médico argentino.

Nadie dedica al menos dos de sus neuronas a analizar por qué el Ché sigue siendo un referente para millones de personas en todo el planeta.

Y, sobre todo, nadie se pregunta si existe (estoy seguro de que no) una sola persona en el mundo, una sola, que tenga en su habitación un poster, lleve una camiseta o una chapa de René Barrientos.

Y no creo que haya cinco personas que sepan decirme quién era René Barrientos. Ni siquiera en Bolivia.

Es lo bueno que tiene la historia. Que nos va dejando a cada uno en su lugar no más.