Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Taxi», de Ray Cooney, con Josema Yuste, en Baluarte
CRÍTICA TEATRO
TAXI (RUN FOR YOUR WIFE). Autor: Ray Cooney. Versión y dirección: Josema Yuste y Alberto Papa-Fragomén. Intérpretes: Josema Yuste, Alfredo Cernuda, Felisuco, Esther del Prado, Diana Lázaro y Javier Losán. Escenografía: Ana Garay. Producción: Cobre Producciones. Lugar: Baluarte. Fecha: Jueves 9 de julio. Público: 600 espectadores, más de media entrada.
Carreras a la desesperada
La comedia ligera de Ray Cooney se hizo tremendamente popular en España gracias a un título de 1967, Sé infiel y no mires con quién (Not now, Darling), que Pedro Osinaga representó once años seguidos, entre 1972 y 1983. En España se iniciaba la Transición y ese tipo de tramas picantes (“subidas de tono”, califican los ingleses a un teatro que roza el vodevil) conectó muy bien con el público. Cuando a Osinaga se le acabó esa gallina de los huevos de oro, apostó por la obra que acababa de estrenar el autor británico ese mismo año de 1983, Run for your wife. La tradujo como Sálvese quien pueda y se vio en los Sanfermines pero el éxito no se repitió. Cosas veredes, fue el gran pelotazo de Cooney, nueve años en la cartelera londinense.
Ahora, con el título de Taxi, la recupera Josema Yuste, con un libreto más fiel a la “carpintería” o trama original que aquella primera versión española, donde se alteró la esencia de varios personajes. Se mantiene el dueto protagonista: un taxista bígamo que mantiene dos domicilios conyugales y su vecino caradura y vividor, que le ayuda a ocultar el pastel. Un accidente rompe el preciso organigrama de reparto de tiempos y lleva a las esposas a llamar a comisaría y denunciar su desaparición, lo que empuja a dos policías a investigar.
Josema Yuste, que interpreta al taxista, sabía que tenía un problema como actor, porque el papel más cómico de la comedia no es el suyo, sino el del vecino, que acumula los principales gags verbales. En el original, el público se ríe de lo que le pasa, de sus apuros, mentiras y contradicciones para evitar que sus mujeres se enteren del enjuague; de su sufrimiento en el alambre, en suma. En este tipo de teatro, cuanto más serio (y creíble) es el protagonista, mayor es el regocijo en el patio de butacas. Pero eso no va a las características de este cómico, así que ha llevado la obra a su terreno, que es el del sainete y del esquetche televisivo, donde es un maestro y arrasó con Martes y Trece. Renuncia a todo lo que de comedia sofisticada británica tiene Taxi y apuesta por caricaturizar a los personajes (el poli facha de tebeo y un inspector tipo “Colombo”, bien conducidos por Felisuco y Javier Losán), introduce una iluminación no realista para subrayar frases y adapta la obra al contexto actual español, lo que le permite canturrear, imitar al Rey, hacer chistes de actualidad, juegos de palabras de todas las calidades y las pantomimas y trabalenguas típicos suyos que le dieron fama en la pequeña pantalla y el público espera, reconoce, ríe y aplaude. El personaje del vecino caradura, Alfredo Cernuda, también utiliza los mismos recursos facilones y ambos logran momentos muy cómicos cuando los malentendidos rizan lo imposible.
Como director, Yuste hace un trabajo plano, dejando que corra el texto sin aprovechar las posibilidades que le ofrecen los dos domicilios a la vista del público, al que tanto partido sacó Juanjo Menéndez dirigiendo a Osinaga. Tendría que haber retardado las sospechas del poli facha más tiempo y se precisaría de un ritmo más vivo en varias escenas. Tampoco logra dar verdad ni emoción al momento de la “confesión” ante las esposas, con los actores en escena mal colocados. Los dos papeles femeninos son ingratos y hubieran requerido actrices más dúctiles para conectar con el patio de butacas. El público recibió lo que esperaba, disfrutó y aplaudió con ganas.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el sábado 11 de julio de 2015.
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