Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Nómadas», de La llave maestra, estrenado en el Teatro Gayarre
CRÍTICA TEATRO
NÓMADAS. Grupo: La llave maestra (Navarra-Chile) Autor: La llave maestra Dirección: Álvaro Morales Lifschitz Intérpretes: Edurne Rankin, Aintzane Baleztena y Patxi Larrea Tramoya: Felipe Morales Lifschitz Música: Gorka Pastor Lugar: Teatro Gayarre Fecha: Viernes 22 de mayo. Público: 350 espectadores.
Largo viaje a estos nómadas
Con sus dos primeros espectáculos, Bestiario y Delirios de papel, La llave maestra se convirtió en la compañía navarra de mayor proyección internacional. No sólo porque su director sea chileno y ello les haya permitido doblar elenco y actuar en Sudamérica, sino porque ha sabido diferenciarse en el competitivo mercado de las artes escénicas con un producto singular: teatro de máscara de cuerpo entero o teatro gestual y de objetos, en el que han alcanzado la maestría. Su estética sin palabras, con mucho humor, es un lenguaje universal que les abre cualquier escenario del planeta. Ojalá este “viaje” iniciado ahora tenga larga vida.
La calidad de su técnica quedó refrendada con el estreno de Nómadas, una propuesta que ha requerido de ensayos continuados durante cuatro meses, a base de prueba y error, para destilar hasta la esencia cada escena. Nómadas reúne apenas un 10% del material trabajado e irá evolucionando conforme se vayan sucediendo las funciones.
Nómadas pivota sobre un eje: la fragilidad que produce vivir a caballo entre dos sitios, la desorientación que provoca una permanente mudanza y la incomodidad de tener la vida amontonada en maletas y cajas de cartón. A partir de ahí, se desarrollan diferentes números, con una “poética” extraordinariamente cuidada. Hay efectos visuales, de luz y escenográficos en cada escena. En cada caja que abren, en cada prenda que se ponen, en cada objeto cotidiano que manejan hay siempre lugar para la sorpresa, un suceso inesperado, un recurso para un gag. El equipo exhibe una imaginación desbordante y una destreza manual envidiable. La escenografía reúne maletas, cajas, armarios en constante movimiento, manejados por intérpretes que brillan a altísimo nivel, con una expresividad rotunda, vis cómica y gran dominio de la técnica del clown y el circo. Su nivel de concentración fue ejemplar, pues no cometieron ni un solo error en hora y media de representación, y sólo “fallaron” algunos objetos (puertas que no abrían del todo, plásticos que se atascaban, etc.), que el trío resolvió con brillantez. Música, vestuario y puesta en escena fueron también soberbios.
Hubo números líricos, los más fueron cómicos y también otros ligeramente perturbadores. La estética de Nómadas está claramente inspirada en el nuevo circo francés de Victoria Chaplin y Jean-Baptiste Thierrée, y de sus hijos James y Aurelia. De ésta última se vio en Gayarre Murmurs, pero hay aquí momentos reconocibles también de El oratorio de Aurelia. Las desapariciones, vestidos que se mueven solos y el manejo de un material tan aparentemente ingrato como el plástico beben de esa fuente. La propuesta, caleidoscópica, no es redonda. Toda la escena con máscaras de cuerpo entero, que es brillante de ejecución e hilarante, rompe la estética nuclear. El principal lastre del espectáculo, como sucede casi siempre en el teatro sin palabras, es la falta de dramaturgia, de una fábula bien elaborada. Es muy difícil provocar sensaciones que no sean efímeras si el espectador no empatiza con personajes de una pieza ni encuentra un relato que interiorizar. Nómadas funciona y funcionará, aunque deja la impresión de tener todas sus brillantes piezas dispuestas sobre la mesa, pero el puzzle a medio montar.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 28 de mayo de 2015.
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