Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Mother Africa», del Circo de los sentidos, presentado en el auditorio Baluarte
CRÍTICA TEATRO
MOTHER AFRICA. Compañía: Circo de los sentidos (Tanzania) Dirección: Winston Ruddle Coreografías: Cynthia Akanda Diseño escenario: Eddy Frühwirth Musica: Inafrica Band Lugar: Baluarte Fecha: Jueves 21 de mayo Público: 900 espectadores.
Africa vitalista
El Circo de los sentidos se anunció como la producción de artes escénicas nacida en África más importante del mundo, y lo cierto es que se trata de un espectáculo que puede competir sin desdoro con propuestas similares de otros continentes. La base es un show circense que incluye mayoritariamente acrobacias y equilibrios (casi) imposibles, doce números diferentes que sin ser ninguno singular o novedoso, fueron ejecutados a la perfección y con evidente riesgo, salvo contados errores en un par de momentos y que funcionaron al segundo intento. El resto es una banda de música explosiva y de extraordinaria calidad, formada por siete miembros más dos percusionistas de refuerzo, que mantiene la tensión durante toda la velada y transmite una alegría desbordante. La base de su música fue el soukous o lingala, la vitalista rumba zaireña, además de algunos guiños a melodías nacidas en el continente y hoy universales, como los ritmos sudafricanos popularizados por Paul Simon en Graceland en 1987. Los intervalos circenses fueron completados con canciones interpretadas en vivo y coreografias inspiradas en bailes autóctonos, quizá lo más plano de la producción, aunque este apartado se vio compensado con la despedida del elenco, cuando los integrantes del circo invitaron a los espectadores a bailar con ellos sobre el escenario.
Si algo sorprende de este Mother Africa no es el vestuario –colorista, como no podía ser menos– ni la ambientación –muy efectiva, con un telón panorama que proyectaba imágenes vinculadas a cada número–, ni la eficaz iluminación, sino la precisión milimétrica con que se manejó el tiempo del espectáculo, competencia que la tradición asocia a británicos o suizos, y no a un elenco con campamento base en Tanzania, de quien se espera siempre un punto anárquico y embarullado. Todos los números circenses (aros, equilibrios en escaleras, con sillas apiladas y rola bola, mesas “bailadas” con los pies, malabares con pelotas y volatineros) fueron perfectamente sincronizados con la música, incluidos saludos de los artistas. Al estar ordenados en orden de menor a mayor riesgo y espectacularidad, el público mantiene un interés creciente a lo largo de las dos horas de la gala hasta llegar a los momentos más impactantes, como fue la presencia de Lazaraus Gitu Mwangi, anunciado como la persona más flexible del mundo y apostamos a que lo es. Lo cierto es que dobló su cuerpo hasta posiciones increíbles para lograr contorsiones que dejaron con la boca abierta. El público que superó la dentera con el hombre de goma sufrió con las evoluciones de un crío que no tenía diez años y que era lanzado al aire, volteado, centrifugado y recogido con los pies por un adulto colocado boca arriba en una silla. La perfección en la ejecución fue deslumbrante.
Finalmente, llamó la atención la solidaridad de los cuarenta artistas, procedentes de Tanzania, Kenia, Uganda, Etiopía, Zimbabue, Sudáfrica, Costa de Marfil o Ghana, protagonistas en sus números y apoyo de sus compañeros en otros. Una muestra de la potencialidad de un continente que crece a ritmo de vértigo y del que es ejemplo este circo, nacido en 2008, que gira a cerca de 400 talentos en distintos elencos por tres continentes y ha sido aplaudido por más de dos millones de personas.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el martes 26 de mayo de 2015.
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