CRÍTICA TEATRO

VERANILLO DE UN MINUTO. Producción: Ireala Teatro. Autora, directora e intérprete: Leyre Abadía. Lugar: Teatro Gayarre, Espacio Paraíso (aforo reducido). Fecha: Domingo 26 de enero. Público: Lleno.

Carta a una desconocida

Mariano García, profesor de literatura en Irubide, realiza desde hace tiempo un ejercicio con sus alumnos de 15 años. Les hace escribirse una carta a sí mismos en la que se cuenten cómo se imaginan a diez años vista. Guarda el sobre durante una década y entonces lo sella y lo envía. Ellos se leen y chequean los sueños, proyectos, fracasos y ambiciones de aquel (des)conocido… Una de las alumnas, Leyre Abadía, actriz, ha utilizado este hecho real para imaginar y escribir un texto teatral a partir de un cursillo de escritura dramática con Pablo Messiez, una de las recientes y más estimulantes aportaciones del teatro argentino a la escena española. Después lo ha producido, dirigido y estrenado: el pasado otoño en Madrid, en Argentina por Navidad y el domingo en Pamplona.

El planteamiento, no cabe duda, es tremendamente sugestivo y puede dar para infinidad de variantes. Leyre ha optado por escribir tres monólogos protagonizados por tres estudiantes, en el periodo que va de los 7 a los 10 años de realizado el ejercicio escolar. Hay una cuarta escena en la que aparece de nuevo el primer personaje y “cierra” esa historia, aunque nada más, porque no hay conexión dramática en el sentido de que ninguna de las historias se ve influenciada y modificada por la acción de las otras. Esa es una de las primeras limitaciones que vi a Veranillo de un minuto. La segunda es casi conceptual: creo que los 26 años de edad no son un punto de inflexión vital de primer orden y su fuerza dramática es limitada. A esa edad (y más en estos tiempos) casi nada es definitivo y todo en la vida está por hacer o corregir. La tercera pega va por añadidura tras la segunda y es la típica de una primera obra: la autora no se ha atrevido a contar el día a día de tres chavalas con sus días y sus horas, sus pequeñas alegrías y penas, y ha tirado por la tremenda: dos historias basculan entre el melodrama y la tragedia. El formato de una hora impide mayor hilazón interna en cada relato y sufre la credibilidad. Me da igual como espectador si me cuenta una historia real, porque un autor tiene que hacer la verdad verosímil y eso no es fácil. De hecho, la mejor historia de largo es la aparentemente más anodina, la de la chica que tachó de “chorrada” el ejercicio epistolar, también porque es la mejor escrita y donde hay más dramaturgia: dialoga con otro personaje al que podemos “ver”.

Las pegas al texto, por otro lado, no impiden que éste se muestre como la mejor carta de presentación imaginable de una actriz, un book de lujo, porque permite exhibir toda la ductilidad de Leyre Abadía, que ya estoy tardando en escribirlo, es una extraordinaria intérprete. Tiene presencia, voz, naturalidad, vis cómica, sentido del drama, una variada gama de registros, matices y acentos, personalidad y conexión con el público: mueve una mano o arquea una ceja y ya te ha atrapado. Como les ocurre a esos ojeadores que enseguida captan al futbolista especial porque se ha hecho en la calle y el barro, a ella se le nota que aprendió el teatro de niña en el mejor sitio posible, pisando escenario, y eso que lleva de ventaja a intérpretes de vocación más tardía nacidos en laboratorios. Hay en Leyre un saber estar en escena que no se aprende en una escuela y que se nota le ha permitido absorber mejor la academia (en su caso, la Resad en Madrid y la escuela Raúl Serrano en Buenos Aires). Ya la vi en Pamplona con el Talo hasta 2001 y disfruté redescubriéndola ahora. Ojalá sume a sus cualidades el punto de suerte que siempre se necesita para abrirse un hueco en Madrid.

Hace bien el Gayarre en ofrecer este tipo de oportunidades, y es loable su búsqueda de nuevos espacios en el edificio. Pero la sala del tercer piso, de techo bajo y con plataforma de apenas 30 centímetros, sólo es eficaz para disposición en arena y no frontal. Ni se puede iluminar bien ni se ve a la intérprete desde la tercera fila cuando se sienta o se tumba. Y perderse a esta actriz en escena roza lo delictivo.

POR VÍCTOR IRIARTE. Diario de Noticias, jueves 30 de enero.