En puntas. Compañía Nacional de Danza. Director: José Carlos Martínez. Programa: Who Cares?, coreografía de George Balanchine, música de Gershwin; Tres preludios, de Ben Stevenson/Rachmaninov; Herman Schmerman, de William Forsithe/Thom Willems; Giselle (Pas de Deux), de Coralli y Perrot/Adolphe Adam; Sonatas, de José Carlos Martínez/Antonio Soler, Doménico Scarlatti, Alfredo Aracil. Artistas invitados: Lucía Lacarra y Marlon Dino. Piano: Carlos Faxas. Programación: Ciclo del Baluarte. Lugar: Sala principal. Fecha: 11 de diciembre de 2013. Público: Casi lleno.

De Madrid a Nueva York

VUELVE la Compañía Nacional a las puntas, como una declaración de intenciones de su actual titular, José Carlos Martínez, de poder retomar, en el futuro, los grandes clásicos -en tradicionales o nuevas coreografías- con la libertad del manejo de esa herramienta de trabajo. Hay que dar tiempo al extraordinario bailarín, y ahora director, para llevar a su compañía a los esplendores de otras europeas. Mientras tanto, el programa ofrecido por la CND introduce el sofisticado estilo de las puntas, en ambientes y músicas de todo tipo: de lo más clásico, a lo contemporáneo, pasando por Broadway. La velada, en general, se saldó con éxito, gustó al público, por su variedad y buena realización, y por el brillo indiscutible de los artistas invitados: Lucía Lacarra y su partenaire habitual, Marlon Dino. Es la ventaja de lo variado y heterogéneo, aunque en algunos momentos, como la inclusión del fragmento de Giselle, se desencaje todo un poco, y reaparezca la idea de pastiche, en un programa que no lo es, porque el resto de las obras quedan muy completas y cerradas.

Who Cares?, la obra que abría la velada, pone vuelo de puntas al musical de Broadway, al claqué de Fred Astaire, al ambiente neoyorquino. Es una coreografía luminosa y atractiva en la que los bailarines adornan los elementales bailes del musical con espectaculares giros y saltos, y por supuesto con dominio de puntas. La bailarina Seh Yun Kim se luce en ese dominio del estilo, sus giros en puntas, su volátil diagonal, su expresión alegre, cautivan. Noëllie Conjeaud es rotunda y a su baile elegante añade fortaleza. Yae Gee Park sorprende por las fouettés encajadas en esta música. Y Moisés Martín exhibe virtuosismo en saltos, en contrapunto a la elegante dejadez del claqué. Es una curiosa coreografía que hace chocar estilos.

Lucía Lacarra y Marlon Dino han alcanzado tal compenetración que no hay nada forzado en sus elevaciones -hasta el infinito-, ni queda resquicio de desajuste en todos y cada uno de sus movimientos. De Lacarra seguimos admirando la ingravidez, esa sensación de que nunca toca el suelo; su vuelo de brazos, que dotan de aire al espacio, su apariencia de sencillez ante la extrema dificultad, su proverbial foco, su dominio de la trayectoria, suave y placentera como la música de Mozart, como la columna dórica; en definitiva, su resumen total del clasicismo. De los tres preludios -con piano en directo-, en el primero transmite técnica y tensión ante la barra de ejercicios -precioso el paso en pie sobre el instrumento-; en el segundo hay más lirismo; y el tercero es luminoso, espumoso, incluso se asoma la sonrisa a la bailarina, siempre con ese semblante tan concentrado.

Herman Scherman de Forsythe, es un cambio radical, y aquí las puntas están al servicio de una coreografía puntiaguda (valga la redundancia), de movimientos esquinados, radicales, de tiralíneas en brazos y piernas; muy complicada para los bailarines porque, a menudo, han de sincronizarse en pasos a dos, tres, o todo el grupo. Ciertamente, cuando logran esa cuadratura, el resultado es de una potencia y belleza puras. El paso a dos -y los solos- de Rebecca Connor y Francisco Lorenzo, deliciosos.

Sonatas, con coreografías del titular, es un brillante ballet neoclásico, bien vestido y de fresca, alegre y variada realización por parte de solistas y cuerpo de baile.

TONY FABRE. IN MEMORIAM