Crítica de «Emilia», de Claudio Tolcachir, representada en el Teatro Gayarre de Pamplona, por Pedro Zabalza
Emilia. Autor y director: Claudio Tolcachir. Intérpretes: Gloria Muñoz, Alfonso Lara, David Castillo, Malena Alterio, Daniel Grao. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 12/10/2013. Público: tres cuartos de entrada.
¿Amor con amor se paga?
A Claudio Tolcachir le ha salido con Emilia un melodrama casi puro, sin los ramalazos de comedia que marcaban gran parte del tono de sus obras anteriores. Comedia bárbara en La omisión de la familia Coleman; más amable y sentimental en El viento en un violín. Recuerdo también alguna concesión al humor en Tercer cuerpo. No la hallo, sin embargo, en esta cuarta obra del autor argentino. El quinteto de personajes que integran la historia son figuras dolientes, incluso aunque traten de disimularlo con una desmedida expresividad, como Walter (Alfonso Lara); con un anhelo de ausencia, como Carolina (Malena Alterio); o tras la máscara de la serenidad, como la propia Emilia.
Emilia fue la niñera de Walter. Ambos se reencuentran por casualidad muchos años después, cuando Walter y su familia están en plena mudanza. Emilia es la encarnación del amor incondicional: alguien a quien se pagaba con dinero por cuidar a un niño y que, más allá de sus obligaciones contractuales, termina por querer a su pupilo como la más devota de las madres. Pero no es la única relación de amor que encontramos en la obra. Todos los personajes se aman o se dejan de amar. Emilia se convierte así en una pequeña sinfonía de palabras sobre el amor y, especialmente, sobre cómo se retribuye (o no) el amor que se entrega. Lo primero que me provoca una reflexión sobre la obra es un cierto sentimiento de injusticia: no importa cuánto se invierta en el amor por otro; nada garantiza que se vaya a recuperar lo invertido. Y, sin embargo, es inevitable amar. Y es un prodigio hacerlo como lo hace Emilia: generosamente, sin esperar nada a cambio.
Esta es mi reflexión tras ver la obra. Supongo que cada cual tendrá la suya. Espero que la tenga, porque Emilia me parece una obra para reflexionar. Tal vez esa sea su mayor virtud, pero también el mayor de sus defectos. Veo Emilia como un puzzle en el que solo el final nos da una indicación de cómo es el retrato que debe servir de referencia para colocar las piezas. Con la resolución, todo (o casi) cobra un sentido. Se levanta uno de la butaca con la satisfacción de pensar: «Bueno, pues ahora entiendo esto y lo otro», y eso está bien. El problema es el largo rato en el que uno ha estado sin entender. Emilia tiene una larga preparación y una resolución rápida. Me resulta algo descompensada. Especialmente porque, durante esa extensa parte de la obra en la que se van presentando los personajes y se ponen los pilares del drama, la acción es más bien escasa y las situaciones, banales. De acuerdo, tal vez solo en apariencia, hasta que se desvelen las claves que les dan sentido, pero la horita de rascarse la cabeza y mirar un poco inquieto el reloj no me la devuelve nadie.
Por supuesto, echo de menos a los magníficos actores de Timbre 4, la compañía argentina con la que hasta ahora habíamos visto los montajes de Tolcachir. He leído que el propio autor y director decía que con el reparto de actores españoles con el que ha montado esta versión, los personajes habían adquirido rasgos distintos, lo que hace lamentar todavía más no poder ver el montaje de Buenos Aires. Me gustaría, especialmente, comparar el personaje de Walter (aquí, Alfonso Lara), por ver otras posibilidades de expresar esa tensión, ese estado de efusividad permanente con el que se le caracteriza. Eso sí, no creo que la Emilia del montaje argentino sea superior (aunque seguro que será igual de buena) que la que construye aquí Gloria Muñoz, natural y contenida, irradiando compasión como una encarnación de la Piedad. Bien también Malena Alterio, aunque el aire de alejamiento al que le obliga su personaje no deja mucho espacio para el lucimiento. Más difícil lo tenía el joven David Castillo con un personaje complicado y creo que lo resuelve con nota. Daniel Grao completa el reparto y, aunque su personaje resulta más episódico (un par de intervenciones casi en off y una escena de la que es protagonista solo a medias), no desentona del buen nivel general.
Pedro Zabalza en Diario de Noticias y el blog Oscuro final
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