Fisterra. Autor: Ferrán González. Dirección: Víctor Conde. Intérpretes: Eva Hache, Ángeles Martín. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 15/03/2013. Público: lleno.

Culpable

Ferrán González, el autor de Fisterra, cosechó hace un par de años un notable éxito con Pegados, obra que también coprotagonizaba. Bueno, seguramente no sea muy apropiado emplear el pasado, porque creo que la obra sigue todavía de gira. Se trataba, se trata, de un musical de pequeño formato, tres intérpretes y un pianista-actor, construido sobre la pintoresca historia de una pareja de jóvenes que se quedan literalmente enganchados mientras realizan el acto sexual. Una propuesta de humor desprejuiciado y, en cierta medida, gamberro, en cuya estela, aunque partiendo desde puntos en principio diferentes, se sitúa también Fisterra.

Fisterra se construye sobre el encuentro de dos personajes: Paz (Eva Hache), una taxista de Pontevedra, y Antonia (Ángeles Martín), una mujer catalana que emplea los servicios de la primera para que le lleve hasta la localidad gallega del título para lanzar allí las cenizas de su marido, recientemente fallecido. En realidad, Antonia se ha cepillado a su esposo y a su propia hermana tras pillarlos in fraganti en plena infidelidad. Desvelo esto porque, aunque, en apariencia, a partir de aquí la historia debería girar hacia algún sitio, en realidad, no tiene una relevancia real en el desarrollo argumental. De hecho, nos enteramos de este hecho supuestamente trascendental pasada la media hora de función, después de asistir a una buena sucesión de triviales diálogos de taxi, cuya única aportación a la trama sería la de dejar bien clarito, por si alguien no se ha enterado a los cinco minutos, el choque de personalidades entre las dos protagonistas. Choque que constituye el verdadero material con el que se construye la comedia. La revelación de Antonia se queda en un ominoso suceso que sobrevuela la relación de los personajes, pero que realmente no mueve la acción hacia ningún lado. Hay alguna otra sorpresilla que no voy a descubrir aquí, pero que, de todos modos, no resulta difícil de anticipar a lo largo de la función.

Más allá de ese sucedáneo de historia, Fisterra carece de un verdadero argumento vertebrador. Consiste solo en una sucesión de diálogos en los que insertar chistes y gags que buscan la risa a cualquier precio. Y conforme avanza el montaje, esto se hace de manera cada vez más descarada, amparándose en la filosofía del todo vale: lo mismo la exageración, como en la escena del colocón que se agarran este remedo de Thelma y Louise, que los toques de humor casi surrealista, que un injerto de stand up comedy en el speech de Eva Hache en los últimos compases de la obra, o que la pelea casi de slapstick que remata la pieza antes de un final en falso.

Bien, enunciada la lista de acusaciones, viene la confesión: yo me reí. Con una risa un poco culpable, lo reconozco, porque no son maneras, qué demonios, de construir una comedia que merezca ese nombre. Esto es más bien un sketch estirado de un dúo de humoristas. Pero no voy a ser tan cínico como para no reconocer que, con mayor o menor originalidad, hay momentos que tienen gracia. Y, sobre todo, la obra se beneficia de la participación de dos actrices que se implican en un juego al que saben jugar muy bien. Ambas tienen una excelente vis comica para decir sus diálogos, para colocar ágilmente las réplicas, o para provocar una risa con un gesto bien traído. Eva Hache es, seguramente, el nombre con más tirón del cartel, pero me gustó el reencuentro con Ángeles Martín, a quien hacía tiempo que no veía, y que me parece una excelente actriz de comedia. Tal vez digna de mejor causa, eso sí.

Pedro Zabalza, en Diario de Noticias