Sombras del mundo. Compañía: aSombras. Autor: Iñigo Postlethwaite. Dirección: Alexandra Eseverri. Actor: Txabi Pérez. Manipulación: Alexandra Eseverri. Lugar y fecha: Civivox Mendillorri, 24/11/2012.

Sombras de lo que fue

HACE unos meses, la Unesco declaró el teatro de sombras Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Lo de «inmaterial» califica tan bien a una sombra que mencionarlo en esa distinción resulta casi redundante. Las sombras son, por definición y por tradición, huidizas, inaprensibles, reflejo de la realidad; son su copia en negativo: fieles al modelo, al tiempo que un engañoso remedo de colores simplificados y tamaño cambiante. Su condición escurridiza le sirve a Petruk, protagonista y narrador de la obra Sombras del mundo, para jugar con el público: «¿Ha visto alguien una sombra?», pregunta sosteniendo un candil que proyecta la suya sobre la pantalla que tiene detrás. Cuando se gire para buscar la que le señalan cien voces infantiles, se encontrará con que la luz directa la ha hecho huir.

La compañía aSombras pretende en este espectáculo ofrecer un breve recorrido por la historia del teatro de sombras, comenzando por su nacimiento en China y recorriendo el periplo que, de Oriente a Occidente, trajo esta disciplina hasta este rincón del mundo. Consta de tres historias y un breve epílogo. Cada una de las narraciones tiene algún matiz que la hace un poquito distinta, obviamente por su disparidad de orígenes. La primera de ellas, la leyenda china del emperador Wu-Ti, tiene el inconfundible sabor de los cuentos tradicionales del Lejano Oriente. En contraste, la segunda de las leyendas, inspirada en el Mahabharata, combina el relato de aventuras con un fondo más filosófico, que tal vez dificulte un poco su seguimiento por parte del público de menor edad. La tercera de las historias, en la que los títeres de sombras viajan por tierras árabes hasta Estambul, tiene el tono más ingenioso y ameno de las andanzas del inmortal personaje popularizado por Idries Shah, el mulá Nasrudín, y resulta, seguramente, la más entretenida.

Las sombras no hablan, tampoco en el teatro. Por eso, es necesaria la figura de un narrador. Contar las historias en tercera persona al tiempo que se proyecta una imagen que evoca la acción tiene algo, bastante, de ancestral, aunque tal vez disminuya un tanto la agilidad del espectáculo. No obstante, la parte visual compensa este posible inconveniente. Las marionetas son hermosas, simples en su bidimensionalidad y en su monocromía, pero confeccionadas con gusto, con cierto aire oriental en su diseño que encaja perfectamente con el tema del espectáculo. La compañía se esfuerza, además, por proporcionar dinamismo a la escena, combinando las marionetas con sombras de actores reales; aportando color en algunos momentos; mediante sencillos, aunque bellos, efectos; o con el infalible recurso de incentivar la participación del público.

Pedro Zabalza. Diario de Noticias.