«Hay que ser muy valiente para hacer comedia. Para arriesgarse a ser tildado de banal, evasivo, «comercial». En el teatro de hoy, como en casi todo, puedes colar matute a poco que ahueques la voz y proclames que tu ceñudo latazo es una «reflexión». El público bostezará hasta la dislocación mandibular, pero saldrá convencido de haber visto algo muy importante. ¡Cuantísimas «reflexiones» con pretensiones de profundidad hemos tenido que soportar! Dan ganas de decirles: «Por favor, limítense a narrar, que la reflexión, si se tercia, ya la haremos nosotros». Elegir la comedia como género, como vehículo, como tono, es toda una opción vital. Y moral. En la verdadera comedia todos tienen sus razones, y la vida fluye en su alternancia de risa y dolor. La verdadera comedia, la que no es farsa burda y descabellada, requiere arquitectura y naturalidad, dotes de observación, conocimiento del ser humano, comprensión y respeto por los personajes. Con la comedia no hay red. Si la gente no se ríe, si no se reconoce, te vas al garete. Las reflexiones y las pantallitas no van a salvarte».

Marcos Ordóñez en Babelia, suplemento cultural de El País. Sábado 29 de marzo de 2008