CRÍTICA TEATRO

MACBETH. YA SOMOS EL OLVIDO QUE SEREMOS. Producción: Alauda Producciones S.L. (Castilla y León). Autor: William Shakespeare. Dirección y versión: Rafael Benito. Intérpretes: Rafael Benito, Estrella R., Carlos Ghringhelli (actor-músico) e Isabel Sobrino (músico). Música: Isabel Sobrino y Carlos Ghringhelli. Escenografía: T.A.T. Marionetas: Rafael Benito. Lugar: La Cava del Castillo de Olite. Fecha: Lunes 1  de agosto. Público: 250 espectadores, más de media entrada.

Frío y distante Macbeth

Los generales Macbeth y Banquo regresan a Escocia tras derrotar al ejército contrario al rey Duncan. Unas brujas les salen al paso y les pronostican que el primero tomará la corona y los hijos del segundo alcanzarán el gobierno. Soldado y hombre de acción, poco reflexivo, se deja enredar por la ambiciosa Lady Macbeth, quien lo incita a asesinar a Duncan. Ya coronado, y atemorizado por la profecía, manda matar a su amigo Banquo, pero el hijo de éste, Fleance (reputado antepasado de Jacobo I, ante quien se representó la obra), logra escapar a la celada. Durante una cena en palacio, sólo él ve el espectro de Banquo, que le recrimina su conducta. Las brujas lo calman con dos profecías, la segunda obviada en este montaje: conservará el trono hasta que “el bosque de Birnam suba a Dunsinae” y no podrá matarlo nadie “nacido de mujer”. El barón Macduff huye y Macbeth mata en represalia a la mujer e hijos de éste. Lady Macbeth enloquece y muere, presa de sus remordimientos. Macduff y el hijo de Duncan reúnen un ejército, que camuflan con ramas. El bosque, por tanto, avanza hacia la ciudad. Macbeth lo enfrenta pero Macduff, que nació de cesárea (“del vientre de su madre fue sacado antes de tiempo”), le quita la vida.

Ésta es, resumida, la acción de la tragedia que Alauda escenifica con una puesta en escena sugerente, basada en la interacción de actores y marionetas. Los títeres, de diferentes tradiciones, tamaño, técnica de manejo (hilo, guante, bunraku o máscara de cuerpo entero) y estilismo, son muy expresivas y permiten una obra de gran potencia visual por momentos. A favor de propuesta juegan varias sorpresas escénicas, un cuidada iluminación de tintes tenebristas y una ambientación musical singularísima a base de percusión, música electrónica, violonchelo y yaybahar (un chelo que hace vibrar tambores), lo que permite subrayar los momentos más terribles que se dramatizan.

La versión es más filosófica e intelectual que psicológica, pregona la compañía, y paga el peaje de carecer de transmisión y dejar frío al espectador. El libreto es confuso en sus primeras páginas y no se sigue bien si no se conoce previamente el argumento. Por ejemplo, en el encuentro de los militares con el rey no se pronuncia el nombre de Duncan, lo que no ayuda al espectador a situarse. Después, se planea su asesinato, se ve sobrevolar por el escenario a su marioneta ahorcada (y piensas que el crimen se muestra de forma metafórica) pero, al instante, se ve a Macbeth atravesarlo a cuchilladas. Y después dos personajes cuentan que se ha ejecutado el regicidio, lo cual es redundante. A partir de ahí la acción transcurre sin desvíos, se han seleccionado bien los pasajes fundamentales de la obra y se nota una lectura atenta de sus claves dramáticas, por ejemplo respetando la comicidad de la escena del portero del castillo. Pero se ha hurtado la presencia en escena de las brujas, que son un aspecto relevante para entender la obra, porque muestra la condición trágica del protagonista, que se conduce a una espiral de violencia y sangre maniatado por fuerzas sobrenaturales. Se han sustituido por la marioneta de un anciano que habla con acento argentino (?) y que, de forma sorprendente, más adelante oficia también de narrador. Macbeth se presenta en escena con máscara, pero el actor se desprende de ella durante el resto de la función, y no es fácil encontrarle una lógica. La aparición del espectro de Banquo en el banquete, con el público de convidado, quedó confusa, quizá por los problemas de iluminar a través de telas al aire libre en una noche ventosa.

Alauda vierte sobre el escenario un conjunto sobresaliente de recursos y se nota el mimo puesto en una cuidada puesta en escena a base de palos, telas y elementos móviles, pero da la impresión de que los materiales se desaprovechan y que ha faltado una visión más coherente desde la dirección. El uso de la marioneta para encarnar personajes en sustitución del actor es aleatorio, cuando uno esperaría que permitieran “superar” la representación ortodoxa mostrando más imaginativamente los numerosos componentes mágicos del texto, como brujas, conjuros, espectros o un bosque caminando (aquí apuntado con una sencilla proyección sobre la lona). Es decir, que la técnica ayudara a visualizar más plásticamente lo que Shakespeare construyó sólo con palabras. No es así. Macbeth se escribe además en un momento de cierto puritanismo que impide mostrar la violencia en escena (los crímenes y la muerte del protagonista suceden en off, lo que hoy se percibe como anticlimático) pero no se ha profundizado en el uso del muñeco para incorporar originales variantes de puesta en escena a ese “problema”.

Es meritoria la coordinación sin fisuras de dos excelentes músicos con los actores, lo que ayuda a aligerar las transiciones entre escenas, varias de las cuales tienden a la morosidad. Estrella R. y Rafael Benito brillaron más como manipuladores de marionetas que como intérpretes, pues en algunos parlamentos señeros que definen a los protagonistas faltó un punto de emoción y verdad.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el miércoles 3 de agosto de 2016.