Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Ana y Johny. Los que no fueron a Eurovisión», de Iluna, en la ENT
CRÍTICA TEATRO
ANA Y JOHNY. LOS QUE NO FUERON A EUROVISIÓN. Compañía: Iluna Producciones (Navarra). Texto y dirección: Miguel Goikoetxandia. Intérpretes: Ana Berrade, David Larrea, Oscar Orzaiz, Pedro Izura y Miguel Goikoetxandia. Iluminación y sonido: Fran Marcén. Lugar: Escuela Navarra de Teatro. Fecha: Jueves 7 de abril. Público: Cuarenta espectadores. Estreno absoluto.
Artistas fracasados
Iluna presenta su nueva producción como un divertimento cuya única ambición es hacer reír, lograr que el público adulto disfrute relajado sin buscar mensajes ni dobles lecturas. Como en todos los textos que sube a escena, siempre hay un planteamiento atractivo, una idea fuerza que capta rápido la atención. Esta obra gira sobre el fracaso artístico más o menos reconocido y sobre la voluntar de, pese a todo, tirar para adelante. El protagonista (por lo menos al principio, porque luego el personaje se diluye malamente) es un cantante que tuvo cierto éxito treinta años atrás y ahora malvive animando las fiestas nocturnas de los hoteles en Benidorm: hoy baladas italianas, mañana fiesta mexicana, la Conga, los Pajaritos y cambio de pareja como final de fiesta. Ya me entienden. Ese trabajo de músico de orquesta de baile es muy digno, pero inmediatamente el público capta el juego que puede dar el último escalón, y más cuando se ha llegado a él desde cierta altura: rutina, caspa, alcoholismo… Se habla de los que ni siquiera pudieron aspirar a Eurovisión cuando estaba barato.
Los veinte primeros minutos de la obra, tres o cuatro escenas, son de lo mejor que se ha visto en Iluna en años. El libreto dibuja muy bien dos personajes empáticos: la pareja Izura (el teclista que reemplaza a toda la orquesta en galas low cost) y Goikoetxandia, el cantante Juan “Jhonny” Acebes, quien canta estupendamente dos temas musicales de ese repertorio inmortal. Ambos dan sentido y verdad a la pequeña miseria vital que arrastran, condenados a soportarse mutuamente por la pela y simulando con sonrisa afectada durante el show.
Pero, lamentablemente, y como en todos los textos que sube a escena el grupo, ese prometedor planteamiento se diluye pronto y la buena impresión inicial se evapora. De forma lamentable, la trama desbarra sin freno hacia el disparate y concluye de forma trapacera en la escena de la gala televisada estilo ¡Murcia qué bonita eres! vista desde el backstage. Los que prometían ser los protagonistas se vuelven planos, meras caricaturas, igualándose a los otros tres personajes que aparecen en escena. Miguel Goikoetxandia tiene entre sus defectos como autor, además de confundir géneros dramáticos en la misma obra y resolver siempre el cambio de escenas con enervantes oscuros, que su libreto lo cuenta todo antes de que los actores lo muestren en escena. Dialogan sobre la corista que les estafó y luego ésta aparece en escena; aluden al odio que les profesa un representante de artistas y luego se visibiliza. Y, sin una mínima intriga, el espectador no engancha. Hay una escena especialmente mal escrita: el encuentro de los músicos con la arribista en presencia de otro tonto al que ella sedujo para robarle. Todo falso. La obra podría haber pivotado sobre la estafa que se prepara pero el recurso también se desperdicia y queda como mera anécdota.
Como siempre, los actores llegan al estreno perfectamente conjuntados y sin fallos de papel, evidenciando su profesionalidad. La única novedad a nivel interpretativo es el rol cómico que asume por primera vez David Larrea, con momentos graciosos. Otros actores mantienen los tonillos, tics y recursos impostados de siempre, da igual el papel que interpreten. Sobre una escenografía e iluminación convencionales, destaca un vestuario muy atinado, que define bien a los personajes y el ambiente en el que se mueven.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 11 de abril de 2016.
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