CRÍTICA TEATRO

TOM SAWYER, DETECTIVE. Producción: Lazzigags (Barcelona). Dramaturgia y dirección: Miquel Agell. Intérpretes: Marc Andurell, Marc Udina, Marc Gómez, Anna Alborch y Ferrán Castells. Música: Marc Sambola. Letrista: Lidia Linuesa. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Lunes 28 de diciembre. Público: Algo más de media entrada (sesión matinal).

Embrollos en el Mississipi

La veterana compañía eligió Pamplona para estrenar la versión en castellano de esta obra muy representada en catalán y se encontró con varios problemas, como la falta de seguridad en el texto en contados momentos por parte de algunos intérpretes o el escenario en pendiente del Gayarre, que dificulta el movimiento y la sujeción de una tramoya que está colocada sobre carras con ruedas y que hay que recolocar para cada escena. Además, fue complicada la presencia de público de corta edad, muy habitual en el ciclo navideño, cuando el libreto de hora y media de duración está pensado para niños a partir de los 7 años.

Siempre se agradece disfrutar de obras de teatro familiar escritas con la misma seriedad y rigor que las destinadas al público adulto, con una trama compleja, sin la presencia de narradores y sin “infantilizar” la interpretación en busca de una complicidad ventajista. Sin embargo, este Tom Sawyer detective tiene una dramaturgia un tanto torpe, con la presencia de dos parejas de malvados sin conexión argumental entre ellos, una línea de acción en exceso embarullada y muy poca imaginación en la resolución de la trama. El riesgo de la monotonía se salva con una docena de temas musicales variados y de calidad –su autor conoce bien el estilo Broadway–, bien ejecutados por los cinco intérpretes, y con el constante ajetreo escénico. Destacan por su solvencia a pesar de su juventud la pareja protagonista, Tom Sawyer y Huckleberry Finn, y es muy meritorio el palizón que se pegan sus compañeros, encarnando cada uno de ellos a cuatro personajes diferentes con los consiguientes cambios de vestuario (al que llegaron muy apurados en bastantes  momentos y con pérdida de las “barbas” usadas como caracterización en un par de intervenciones). Un trabajo estajanovista al que había que sumar la necesidad de mover el atrezzo y que redunda en la calidad de la interpretación, un tanto atropellada por momentos y necesitada de más humor. Se percibe claramente en la escena del tribunal que cierra la obra, que pide una reescritura con menos réplicas.

La escenografía, construida a base de cajones siguiendo la estética portuaria del bajo Mississippi popularizada por los libros ilustrados de Marc Twain, es vistosa pero no siempre consigue personalizar cada escenario. El vestuario sí ambienta bien la época y el lugar y denota la ambición artística de este musical que, curiosamente, no se vende como tal.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el 2 de enero de 2015.