CRÍTICA TEATRO

PENAL DE OCAÑA. Compañía: Nao d’amores (Segovia). Dramaturgia y dirección: Ana Zamora (a partir de los diarios y la novela homónima de María Josefa Canellada). Intérpretes: Eva Rufo e Isabel Zamora (piano). Selección, arreglos y dirección musical: Alicia Lázaro. Vestuario: Déborah Macías. Iluminación: Miguel A. Camacho y Pedro Yagüe. Lugar: Escuela Navarra de Teatro. Fecha: Viernes 13 de noviembre. Público: 50 espectadores.

Clamor contra las guerras

La Guerra Civil española no sólo supuso una catástrofe moral y humanitaria, sino también intelectual, con el vaciado de cátedras universitarias y su reparto como botín de guerra (el “atroz desmoche”) y la marcha al exilio de los mejores. Sucedió en el campo de las ciencias y también en el de las humanidades y la peripecia de María Josefa Canellada podría ser citada como ejemplo. Estaba destinada a un futuro glorioso como docente e investigadora, pues tuvo la suerte de ser alumna de la más brillante generación intelectual en siglos en el campo de la literatura y la filología (Pedro Salinas, Xabier Zubiri, Navarro Tomás, Rafael Lapesa, Menéndez Pidal, Américo Castro…). Siendo todavía estudiante universitaria, estalla la contienda y se ofrece como enfermera voluntaria en un hospital de guerra madrileño mientras oye caer los obuses sobre la capital y después en otro improvisado en un antiguo penal. Renuncia a huir al extranjero. “No es hora de esperar, sino de hacer”, dice. En sus ratos libres, junto a un compañero de aulas, traduce del portugués y hace una edición crítica de Os luisiadas.

De octubre del 36 al mismo mes de 1937 escribe un diario contando sus vivencias e impresiones. Sola en la ciudad, separada de sus padres (a quienes el golpe de Estado aísla en Asturias), temiendo por la vida de su adorado hermano mayor, enrolado en el Ejército republicano, cuenta las pequeñas alegrías que le ayudan a evitar la desmoralización y la tristeza que le produce ver morir a tanta gente joven. En 1953,  hace una transcripción literal del diario y lo presenta como novela al premio Café Gijón. Queda finalista, pero la censura impide su publicación. Era la lógica de un Gobierno que todavía seguía en guerra. Hoy llama la atención, porque no hay política en su texto, más allá de unos comentarios certeros sobre el entorno que reflejan un pensamiento liberal y cristiano que se siente atropellado por la agresión franquista, pero también incómoda en un ambiente militarizado.

Ana Zamora, nieta de la escritora, ha peinado el texto y lo ha convertido en un clamor universal contra los desastres de la guerra. El relato transmite el frío, miedo, dolor y rabia que siente el personaje, así como el pellizco del amor cuando la visita su amigo. Es el primer montaje de Nao d’amores sin bucear en el teatro prebarroco, pero tiene idéntico sello: la belleza de la palabra, la partitura musical y su intérprete como dos personajes más del montaje, el uso poético de los títeres (los zapatitos blancos del niño que pulula entre camillas), un vestuario no realista y una iluminación matizada y recogida que subraya los estados anímicos del personaje. En escena Eva Rufo, de la que no se puede decir que sea buena actriz, ni siquiera excelente, sino que entra en el terreno de lo excepcional. Logra una interpretación vibrante gracias a una capacidad prodigiosa para transformar un texto (muy) literario en un sugestivo relato que conmueve. Acompasando vivencias a las cuatro estaciones, interactuando con la siempre solvente Isabel Zamora en escena, su poderosa y dulce voz desborda el escenario. Lección maestra de memoria histórica, por íntima y a la vez universal, que debieran escuchar nuestros políticos aprendices de brujo, visto lo sucedido en países como Yugoslavia o Siria, que hace poco disfrutaron de un entorno confortable, tan parecido al nuestro.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el sábado 21 de noviembre de 2015.