Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de “El sótano encantado”, de Teatro Mutis, en Auditorio Barañain
CRÍTICA TEATRO
EL SÓTANO ENCANTADO. Autor, dirección y creación de muñecos: Carlos Hernández. Reparto: Paloma Hernández, Fernando Cárdaba y Raúl Marcos. Música: Óscar G. Villegas. Vestuario: Cyril Wicker. Producción: Teatro Mutis (Castilla y León). Lugar: Auditorio Barañain. Fecha: Domingo 8 de noviembre. Público: 200 espectadores.
Aventurarse a leer
Este espectáculo para público familiar de formato medio-grande ha podido llegar al Auditorio Barañain gracias al Programa Platea del Gobierno de España, que permite al Gobierno central, espacio escénico y la propia compañía asumir riesgos razonables si la taquilla no funciona. Es una obra que se viene representando desde 1995, lo que da idea de su éxito. Se hizo una nueva producción en 2013, con la que los segovianos de Teatro Mutis obtuvieron el premio al mejor espectáculo infantil de la Feria de Teatro de Ciudad Rodrigo. Se nota su buena factura: tiene una escenografía poderosa, una marioneta gigantesca atractiva, personajes empáticos y algunas sorpresas que van a favor de corriente de una dramaturgia bien hilvanada y que incluye varios momentos ingeniosos.
Rosaura es una niña a la que apasionan los libros fantásticos y de misterio. Cree en los fantasmas y la magia. Su padre, muy enfermo, le confiesa que el sótano de la casa fue la mazmorra de un antiguo castillo y hay un tesoro escondido en él. En esa primera escena, la niña es una marioneta de tamaño natural y el padre lleva máscara de cuerpo entero. Cuando el personaje crece, ya interpretada por una actriz, decide bajar al sótano con su amigo Leo para encontrar el tesoro. No será fácil: ambos tendrán que superar el miedo a los murciélagos, las travesuras del espíritu malvado de la condesa Patastiesas, trampas en la pared y hasta un sofá que tiene vida y se ríe de ellos. Leo es más racional y siempre busca explicaciones a todo lo que les sucede, lo cual produce un contraste de caracteres interesante entre los protagonistas. Finalmente, los niños descubrirán que todo fue un plan urdido por el padre y el tío de la niña para canalizar su desbordante imaginación.
Los tres intérpretes llevan la acción a un ritmo vivo, realizan los cambios de vestuario y trucos visuales sin fisuras y, cosa que no suele ser usual, hacen un uso medido e inteligente de sus paseos por el patio de butacas, sin llegar a alborotarlo y logrando la participación de los espectadores de más corta edad. La escena de las muñecas está muy lograda. Son los espectadores los antiguos juguetes de Rosaura y ella recuerda como jugaba con ellos (y logra que los niños sigan sus instrucciones al pie de la letra). Hay breves momentos musicales y muchos efectos sonoros que “colorean” una propuesta muy visual, con un puntito de intriga y miedo, que fue despedida con merecidos aplausos.
POR Víctor Iriarte. Publicado el miércoles 18 de noviembre de 2015.
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