DANTZAZ KONPAINIA. Dirección artística: Adriana Pous. Programa: Momentum, coreografía, Christine Hassid, música, J. S. Bach; Gizon Aiek, Judith Argomáriz / B. Lertxundi, Pan Sonic, popular vasca; Dot to Dot, Lukas Timulak / Moondog; Casi Humano, Itzik Galili / Purcell. Jugo, Jone San Martín / Mikel R. Nieto. Programación: Fundación Gayarre. Fecha: 20 de noviembre de 2015. Lugar: Teatro Gayarre. Público: buena entrada (15, 11, 8 euros).

La lúcidamente joven, sólidamente preparada y siempre innovadora, desde su clasicismo de base, compañía vasca ha vuelto a darnos un espectáculo sencillamente maravilloso: por la variedad de registros, la riqueza coreútica y la calidad de sus coreógrafos, y por el pasmoso dominio del movimiento corporal en todas sus vertientes. Lo mejor de esta compañía es que cuando se instalan en la simetría, en el paso clásico, colman su movimiento de la matemática precisa, de la elegancia de cuerpos espigados. Y, cuando abordan lo contemporáneo, son capaces -manteniendo la disciplina- de despojarse de cualquier manierismo, para hacer creíble y emocionante el grito, la radical dislocación, incluso la broma del rebuzno. Siempre metiendo en la universal proporción áurea de la danza -muy bien realizada- todas las narraciones, desde las tensiones barrocas de la más pura belleza, hasta el duro ritmo callejero; pasando por la descripción visual de los oficios, la poética de cuerpos o la broma caníbal.

1.- Momentum: es curioso lo bien que se sienten los bailarines con la música de Bach. La coreógrafa bordelesa C. Hassid ha sabido meterlos en el continuo bachiano y lo asimilan de tal manera que, incluso parados, siguen bailando. Muy hermoso neoclasicismo donde caben pasos sorprendentes, como ese balanceo de ellas entre las piernas de ellos.

2.- Gizon Haiek: riesgo, fortaleza, rotundidad en la propuesta de Argomáriz. Partiendo de las faenas de los hombres de la mar, el movimiento de brazos es espectacular, cada uno revela un esfuerzo, sólo se suaviza con las despedidas, nada se malpierde en brazos ociosos. La simetría -perfecta- aporta brillantez, reconocibles situaciones elevadas a una estética de escenario. Un hallazgo partir de canto coral.

3.- Dot To Dot: la más poética. El eslovaco Timulak parte de unos movimientos que, al principio, nos parecen convencionales pero van tomando un vuelo y una intimidad que convencen al final.

4.- Casi Humano: esta coreografía de Galili es prodigiosa. Arranca de los bailarines lo más salvaje de su juventud; ese comienzo asombroso cantado-rapeado con una base rítmica pétrea sobre la que -no menos prodigiosamente- entra, nada menos que Purcell, como si ese ritmo fuera de su época. Resumen, en definitiva, de lo que es esta compañía. Sobre todo presente. Con siglos de pasado, y con incierto futuro. Como todo. Y, con esa historia de fondo y un vestuario muy bien diseñado, la compañía se sigue luciendo, como lo ha hecho siempre, bailando mucho. Porque, aunque hay audiovisuales, suelo, investigación; siempre se baila mucho, y esto gusta al público.

5.- Jugo: la premiada Jone San Martín deconstruye el propio espacio escénico y juega con el jugo que saca a sus bailarines. Se apodera del público, y le invita a saborear de cerca el movimiento. Con los ojos (en francés el juego se extiende à yeux-jeu-jus). Y sí, la compañía está para comérsela. El público salió entusiasmado.

Publicado en Diario de Noticias el miércoles 25 de noviembre de 2015.