CRÍTICA TEATRO

ATCHÚUSSS!!! Autor: Anton Chejov. Adaptación: Enric Benavent y Carles Alfaro. Dirección: Carles Alfaro. Intérpretes: Malena Alterio, Ernesto Alterio, Enric Benavent, Adriana Ozores y Fernando Tejero. Diseño de vestuario: María Araujo. Música original: Mariano Marín. Producción: Pentación (Madrid). Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Sábado 3 de octubre. Público: Lleno.

Chejov simpático 

El Gayarre vendió todo el papel, incluidas las entradas de visibilidad reducida. El quinteto de actores tiene tirón, empezando por Ernesto Alterio, en estado de gracia como ya demostró con Yo, el heredero; la dupla Malena Alterio y Fernando Tejero, popularísimos por sus personajes en comedias televisivas aunque, se comprobó una vez más, excelentes intérpretes sobre las tablas; Adriana Ozores, que está viviendo una espléndida madurez y encandiló con el entrañable Petit Pierre en 2013; y Carles Benavent, siempre solvente, a quien apetecía volver a ver tras su magnífica demostración en El arte de la comedia.

El montaje tiene un título bastante acertado, pues la enfermedad pivota sobre toda la obra del autor ruso, que era tuberculoso y había practicado la medicina, de ahí que fuera perfectamente consciente de que vivía con los días contados. Como el montaje se ocupa de la versión más amable de su narrativa y teatro, y no de las piezas donde destila su amarga concepción de la vida, está bien traído el inofensivo estornudo como nexo de unión de los textos.

El público recibió, por tanto, unas acertadas dosis de la mejor medicina chejoviana, incluidas las muy representadas La petición de mano y El oso, donde refleja las tórridas pero disimuladas pasiones y las pequeñas miserias de la mediocre y abúlica clase media rusa anterior a la revolución. Además, se incluyen adaptaciones a la escena de cuentos de indudable teatralidad, que la compañía ha traducido por La institutriz, La criatura indefensa y La seducida. Hay en ellos una fina observación sobre el clasismo imperante en la época y el corsé de las convenciones sociales que maniatan la voluntad de los personajes. Todos son cuentos publicados al inicio de su carrera como escritor, facturados por pura necesidad económica. Aquel ejercicio apresurado vino bien a su escritura: le ayudó a crear un lenguaje denso y preciso, a decir mucho con poco y a dialogar de forma certera, fijando con muy pocas réplicas el carácter del personaje. Siempre se destaca su peculiar uso del punto de vista: narra en tercera persona, pero la acción se muestra desde los ojos del protagonista, y no del narrador, lo que añade carga dramática a sus relatos.

Siendo Chejov el protagonista absoluto del espectáculo, incordia un tanto el oneroso inicio, no porque estuviera mal planteado o dialogado, sino por manido: un viejo acomodador de un teatro abandonado que recuerda su paso por las tablas y va hilando los textos acompañado de las canciones que canta e interpreta al piano muy bien Ernesto Alterio. El espacio escénico es simple: un despacho, sofás con mesita y piano en el lateral derecho. Los dos paneles traseros a modo de forillo son comprometidos de iluminar al ser usados en ocasiones como espejos, siendo también camerinos. Es un trampantojo de apariencia realista que esconde el ambiente de irrealidad y abstracción que pide el montaje. Dentro del buen tono general de la interpretación, destacó el dominio escénico de Malena Alterio, tanto haciendo de humillada institutriz como de terrateniente, así como la medida comicidad de Fernando Tejero, a salvo de la imagen que ha proyectado en televisión. El vestuario, muy logrado, logra ambientar una chejoviana más simpática que cómica, más sentimental que turbadora.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el miércoles 7 de octubre de 2015.