Crítica de teatro de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Alphonse», de Wajdi Mouawad, por Jacarandá, en el Teatro de Villava
CRÍTICA TEATRO
ALPHONSE. Autor: Wajdi Mouawad. Dirección: Xabier Tirapu. Intérpretes: Ion Martinkorena y Puy Tirapu. Compañía: Jacarandá (Pamplona). Lugar: Teatro de Villava. Fecha: Viernes 25 de septiembre. Público: Treinta espectadores.
Adiós a la infancia
El teatro más sugestivo de ahora mismo procede del Canadá francófono. De ahí han surgido Robert Lepage, el Circo del Sol y Wajdi Mouawad. Palabras mayores. Éste último se presentó discretamente al público español con Incendies en 2008 y causó conmoción. Dos años después la obra regresó con llenos absolutos en el Matadero y el Valle-Inclán aprovechó para programar Littoral, primera parte de la trilogía La sangre de las promesas. La crisis impidió el proyecto de ofrecerla completa un año después, con Forêts, que sigue sin estrenarse en el país, como tampoco Ciels, con el mismo universo temático. El año pasado sí se vio en Madrid, Barcelona y Vitoria Seuls y decenas de buenos aficionados navarros se desplazaron para disfrutarla. Que un grupo aficionado haya buceado en este dramaturgo imprescindible y ofrezca en Navarra el primer título que escribió y estrenó es muy meritorio.
No podía ser otro que Jacarandá quien hiciera algo así, pues es un grupo donde se nota la formación universitaria de sus miembros, mucha autoexigencia y una apuesta por textos nada complacientes, frente a la tónica habitual de las compañías aficionadas, que repiten los títulos más manidos o perezosamente ofrecen más de lo mismo copiando los éxitos exhibidos en temporadas anteriores por el teatro profesional.
Wajdi Mouawad nació en el Líbano y se crió en Francia y Quebec después de que su familia huyera del país durante la Guerra Civil. Su tetralogía tiene como eje la búsqueda: de los orígenes, de la identidad, de las razones que nos han llevado hasta donde estamos. Sus tragedias están escritas a partir de un conocimiento minucioso del discurso del teatro clásico griego y muestran cómo la metaliteratura puede ayudar a construir el drama. Se entiende sin haberla leído que Alphonse sólo puede ser de este autor, porque también va de eso: de una búsqueda, la del chaval que no regresa a casa de la escuela, y de una pérdida, en este caso de la infancia.
Xabier Tirapu presenta la obra con el público en el escenario. Frente a él, sólo cinco sillas de diferente estilo y utilidad y una decena larga de personajes a los que dan vida con una pasmosa credibilidad Ion y Puy, exhibiendo una seguridad en escena y una gama de matices y registros que evidencian a dos excelentes intérpretes, llamados a mayores empresas. La obra discurre entre el mundo real –los padres angustiados, el claustro escolar inquieto, la policía desconcertada, los íntimos asustados– y el mundo fantasioso en que se mueve el chaval, con su amigo imaginario que le abre las puertas a lo invisible, el territorio de la infancia. En estos pasajes está la única pega del montaje, pues la traducción es demasiado literaria y dificulta la empatía. Lo compensa una puesta en escena sencilla pero de gran potencia dramática y visual. Los intérpretes están a centímetros del público vestidos “de calle” pero cambian de personaje y contexto sólo con una inflexión de voz y un gesto para construir el personaje, que puede ser el narrador, un anciano, un niño de la escuela, la madre, el padre, el hermano, el policía, o un ambiente… Con recursos sencillos trasladan al público al mundo onírico del chico y la excelente última escena visibiliza con gran aliento poético el adiós a la infancia del protagonista. Un trabajo excelente.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el lunes 28 de septiembre de 2015.
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