XXXIII FESTIVAL DE DANZA ALMUDENA LOBÓN. Programa: Demostraciones de danza clásica y danza moderna, con música de Verdi, Vivaldi, y varias pop, y coreografías de Almudena Lobón, Manuel Cancela y Antonio Calero. Don Quijoteballet en tres actos con música de Minkus y coreografía de Almudena Lobón (aprés M. Petipa). Con Karla Maldonado, Jon Saiz, Martín López, Fernando Casanova, Marta Goñi, al frente de un extenso reparto. Escenografía: C. Cilveti. Vestuario: Lobón/Cobos/Modas Pamplona. Multimedia: Barbéz. Luces: Larumbe. Producción: Duilio Abbondi. Dirección: A. Lobón. Lugar: Museo Universidad de Navarra. Fecha: 20 de junio de 2015. Público: Lleno (25, 20 euros).

Quijotes

Por la locura de seguir levantando un festival de danza con una gran obra del repertorio clásico. Por la ensoñación de preparar a los mejores bailarines en una sociedad que, a menudo, da la espalda a la danza. Por la altura de miras en el nivel de exigencia. Los chicos y chicas de la escuela de Almudena -con su incansable maestra- son unos quijotes; en el mejor sentido de la palabra: generosidad, altruismo, ilusión que va más allá de la pedagogía. Es el Quijote un ballet de libre inspiración en el prototipo literario eterno; por eso, Almudena lo adapta a su fabuloso proyecto educativo, con la base, el estilo, la atmósfera del clásico, atendiendo tanto a la espléndida culturización de la jota, como a toda esa España rusa que encierra esta obra, y que no se queda en el folklorismo de abanico movedizo, sino que cuadra un bellísimo ballet blanco en puntas, unas envolventes danzas cíngaras y unos canónicos pasos de solistas, a dos o en grupos, bien medidos de acuerdo a las posibilidades de los alumnos, y sumamente entretenidos. El cuerpo de baile total, como siempre, vistoso, tupido pero ordenado, con tonalidades cambiantes, y conclusivo de la apoteosis musical.

Propio de una escuela es el progreso y renovación de sus miembros. De todo ha habido este año, pero lo que perdura es el listón alto; a ese listón deben adaptarse los alumnos. Sobre la fluidez del espectáculo -que descansa y se mantiene siempre, en el tutti de los bailarines- saltan las agradables sorpresas. La jovencísima Karla Maldonado debuta una Dulcinea vivaracha, algo nerviosa todavía de fraseo, de expresión luminosa y que crea bella figura ayudada por su partenaire (es bailarina en expectativa). El Basilio de Jon Saiz es de envergadura, lo cual favorece las elevaciones de la bailarina; defendió bien su papel, ofrece sobre todo potencia, y pulirá su fraseo un poco robótico. El Sancho Panza de Martín López es espléndido; su baile es suelto y potente, seguro en saltos, pulido y dominado en todos los registros. Marta Aizpún, con su elegancia clásica. Marta Guardado y Maitane Urtasun firman un dúo muy agraciado al frente de las cíngaras. Y el paso a dos de Fernando Casanova y Marta Goñi (ambos aún en la decena de la vida, más o menos), fue la sorpresa de la tarde: una realización académica a imitación de sus mayores, con una muy bien dosificada acrobacia: magníficos. Otro pasaje álgido fue la danza de los toreros: los seis chicos evolucionando con ese poderío de grupo masculino, que no se ve en nuestras escuelas; con diverso nivel individual, pero estupendamente cuadrados en el grupo. Las doncellas del pueblo, las cíngaras, las dríadas, impecables.

Brillante vestuario -variado para cada narración-, muy elegantes los tutús en blanco y negro. Bien solucionada la escenografía en ese espacio extraño del escenario del Mun (con profundidad como de portal de Belén). Y toda la emoción del mundo con la coreografía de la jota, grande y universal. Como ese Vivaldi de Calero -en la primera parte- que, también, arrebató al público.

Por Teobaldos. Publicado en Diario de Noticias de Navarra el miércoles 24 de junio de 2015.