Crítica de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Pegados», musical programado en Auditorio Barañain
CRÍTICA TEATRO
Pegados. Un musical diferente. Compañía: The Kaktus Music Corporation (Cataluña). Texto: Ferrán González. Música y letras: Ferrán González y Alicia Serrat. Dirección: Víctor Conde. Intérpretes: Xènia Reguant (la chica), Ferrán González (el chico), Gemma Martínez (enfermera y madres) y Joan Miguel Pérez (pianista). Lugar: Auditorio Barañain. Fecha: Sábado 22 de noviembre. Público: Un tercio, unos 250 espectadores.
Musical de bolsillo
Cuando se piensa en un musical, la imaginación vuela hacia espectáculos de gran formato, argumentos populares, grandes escenografías móviles y un nutrido cuerpo de baile. Sin embargo, en 2010 se estrenó Pegados, enseguida hizo temporada en Madrid y ya ha cumplido cinco años en cartel a pesar de tratarse de una producción nacional de bolsillo, pues sólo hay cuatro intérpretes en escena, que cantan acompañados al piano. Recibió 5 candidaturas a los Premios Max y ganó dos, al mejor director musical y al mejor espectáculo de teatro musical.
¿Por qué su éxito? No sólo por el morbo que despierta el argumento, que es suficiente para atraer a público no habitual. La obra comienza con una pareja en la sala de urgencias del hospital porque no puede despegarse tras haber practicado sexo, un momento entre embarazoso y ridículo. La situación no parece dar para hora y media de función, pero el asunto se estira ofreciendo sorpresas. Resulta que el chico y la chica se acababan de conocer en la disco –de hecho no sabían si sus nombres cuando se pusieron a lo suyo– y, en semejante fregado, discuten hasta aborrecerse. Mientras esperan la llegada del doctor, vamos conociendo sus anodinas vidas, juegan al Pasapalabra, aguantan a sus respectivas madres y, finalmente, se enamoran.
Este trayecto se hace con un conocimiento notable de los códigos del musical: hay obertura, intermedio, solos, dúos y tríos con melodías pegadizas y letras bien rimadas; se cantan baladas en combinación con temas más rítmicos y se intercalan música y diálogos con fluidez. Al humor de situación se añade la propia comicidad de las canciones y de la ruptura de la ficción dramática, pues la actriz que interpreta a la enfermera (y a las dos madres) se dirige al público en varios momentos, ironiza sobre el género del espectáculo, vende CDs y protesta por tener que doblar personajes (aunque se abusa de este recurso en la parte final del espectáculo, cuando las interrupciones ya no tienen gracia y rompen el momento más romántico de la velada). También entra y sale de la obra el pianista, por cierto excelente, que finalmente deviene en doctor. Dan variedad a la puesta en escena, que no llega a resultar monótona, la diferente posición de la camilla –buscando la frontalidad del que canta–, y los movimientos de los cuatro intérpretes.
La puesta es escena es recatada, casi pudorosa, pues no es el sexo el eje de la función, sino las relaciones sentimentales. Los tres actores dominan el género y cantan muy bien, aunque la protagonista tiene más limitaciones como actriz, pues está sobreactuada y chillona en las primeras escenas, tiene dificultades de vocalización y se le escapó la risa en una intervención de su compañera. Ferrán González, que es coautor del espectáculo y se mantiene en cartel desde el estreno, muestra mayor dominio de la escena. En cualquier caso, la pareja protagonista está sometida a un exigente esfuerzo físico –cantan y actúan arrodillados, boca arriba, boca abajo, uno encima del otro– que es preciso subrayar. Pensado para aforos más recoletos, los técnicos no calibraron bien el volumen de los micrófonos y la música tapó las voces en los primeros temas.
Auditorio Barañáin es un espacio noble y debería recordar al público que está prohibido comer durante la representación.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el jueves 4 de diciembre de 2014.
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