CRÍTICA TEATRO

El burlador sin sardina. Compañía: Pasadas las 4 (Pamplona). Creación, dirección e interpretación: Belén Otxotorena e Inma Gurrea. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Sábado 1 de noviembre, función para adultos. Domingo 2 de noviembre, función para público familiar. Público: Lleno: 40 y 40 espectadores en aforo reducido.

Desenfoque

Hay cosas que sumen en la perplejidad. Por ejemplo, llamarse Partido Revolucionario Institucional. O estás en la revolución o administrando pero, ¿a la vez? O un objeto como el sofá-cama, mueble que todo el mundo sabe que es incómodo como sofá y un asco como cama. Por eso, cuando se anuncia una versión adulta y, a la vez, otra para niños de El burlador de Sevilla y Convidado de piedra, uno se queda descolocado, aunque en esta tierra nunca se sabe, el grado de despiste es tal que también vi (y padecí) un Macbeth para menores, que es el colmo del despropósito.

El clásico de Tirso de Molina es universal porque es la primera puesta en escena del mito del donjuanismo, el calavera que usa y abusa de las mujeres y acaba condenado al infierno (como cabe esperar saliendo de la pluma de un fraile). Argumento, digo, que no parece adecuado para emitir en Disney Channel. Después llegaron a la escena los de Moliére y, en el siglo XIX, el más arrebatador, el Don Juan Tenorio, de Zorrilla, que se ha representado durante siglo y medio en torno a Todos los Santos, de ahí el encaje en la programación del Gayarre, en formato reducido en el hall.

El resultado de la doble oferta de Pasadas las 4 es el contrario al esperado: lo que no funciona es la propuesta para adultos. En las dos versiones, Don Juan es un gato y las mujeres burladas son animales: Isabela una ratita, Tisbea un caballo, Ana de Ulloa ni lo recuerdo y Aminta una jirafa. En la de dos rombos hay escenita de sexo, claro, pero la técnica actoral de las dos actrices está tan troquelada hacia lo infantil que hablan al espectador como si éste estuviera sordo o cursando español para extranjeros, con dicción muy masticada y exceso de braceo explicativo. El zoo que se han montado en la adaptación no funciona y la dramaturgia es débil: hay mucha narración y el eje de la pieza –el desafío a los muertos, invitando a cenar al comendador– se encaja mal. Sí es ingenioso y está bien traído el prólogo sobre los tipos de amor, usando un tablero de ajedrez. Por el contrario, una ocurrencia impropia de artista bregado como el combate retransmitido desde un ring de boxeo y una selección musical pasmosamente obvia confirma lo desenfocado del montaje. La puesta en escena es sencilla, mesita y dos sillas, pero crea problemas: las faldas de amplio vuelo que lucían ambas actrices tiraban las piezas de ajedrez al suelo. Ha faltado una visión templada ajena que dé coherencia.

Por el contrario, la versión para niños, a la que acudí expectante, “corre bien”, que se decía antaño. Don Gato es el niñato chulito que roba la despensa de la ratita y se aprovecha de la bondad del resto de animales. Los maullidos, cacareos y relinchos –muy logrados– sí atraen la atención del público y gusta el prólogo rimado. El lastre de lo narrativo, cercano al cuentacuentos, tiene aquí mejor pase. Las actrices han tirado de personajes de su repertorio, Luisa y Marisa, y se les nota cómodas en el registro. Como remate, los niños pueden pintar y llevarse su propia máscara de gato.

Pasadas las 4 cumple 20 años. Fue creada por cuatro alumnas egresadas de la ENT y con su primer montaje ganaron el premio del certamen del Instituto Navarro de Juventud. Lo recuerdo bien porque formaba parte del jurado. El camino recorrido merece una felicitación.

POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el martes 18 de noviembre de 2014.