Crítica de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Los ojos», de Pablo Messiez, en la Casa de Cultura de Burlada
CRÍTICA TEATRO
Los ojos. Autor y director: Pablo Messiez. Intérpretes: Fernanda Orazi (Natalia, la madre), Marianela Pensado (Nela, la hija), Oscar Velado (Pablo) y Violeta Pérez (Chabuca, la médico). Producción: Teatro Fernán Gómez y Toñi Arranz Producciones SL (Madrid). Lugar: Casa de Cultura de Burlada. Fecha: Sábado 18 de octubre. Público: 60 espectadores.
Cegueras
Un suelo cubierto por tierra, de donde emergen una habitación de hostal, la cocina de una casa humilde y la habitación en la que se encierra Nela a hablar con la Virgen, y que subraya el aislamiento de una triste localidad manchega, en donde han quedado varadas dos inmigrantes desde Argentina, madre e hija. Un suelo que, con el trasiego, levanta un polvillo que envuelve una tristeza que parece infinita. La madre pena en alcohol haber sido abandonada por su amante. Su hija Nela, que se sabe fea, padece similar angustia temiendo perder a su primer y único novio, Pablo, si éste recupera la vista. Pablo es ciego de nacimiento y siente un temor difuso cuando una médico, que también se intuye está vitalmente a la deriva, le dice que puede volver a ver. Aquí todos están ciegos de una forma u otra: la madre no ve el amor de su hija, Nela no quiere ver la realidad que le envuelve. La incomunicación es una forma severa de invidencia.
Una puesta en escena poética para un teatro que se ofrece, a primera vista, descarnadamente realista. Los ojos une la sensación de extrañamiento del autor en un país ajeno, una lectura iniciática de Marianela, de Galdós, del que toma la ceguera y los nombres de los personajes; y el poso que van dejando, de una forma u otra, los desastres del amor. A la vez, es sibilinamente surreal, como lo evidencia el personaje de la oftalmóloga, el menos dibujado de los cuatro. El autor no lo esconde sino que subraya su carácter mágico, a modo de demiurgo necesario para impulsar las reacciones de los demás. Se llama Chabuca Granda, como la cantante, busca a Pablo porque lo visionó en un sueño y cura la ceguera con música.
Esos planos contradictorios no chirrian porque hay un trabajo de artesanía preciosista en la interpretación, gracias al cual se logra transmitir algo tan difícil, tan escaso y precioso, como la verdad escénica, esa que te atrapa muy dentro y te deja una impresión honda como espectador. A diferencia del estándar habitual de preparación de montajes, un “aquí te pillo aquí te mato” de dos meses y tira millas, Los ojos necesitó casi un año de ensayos, con periodos de distancia para reposar antes de retomar. Y también de cuatro intérpretes excelentes, que rozan lo sublime en bastantes momentos: las oraciones de Nela a la Virgen; la conversación de Natalia, la madre, con Pablo, que no es sino el monólogo atropellado de una mujer desquiciada, o su despedida final con lágrimas en los ojos; y el personaje ciego que ha creado con cuerpo, movimiento y voz Oscar Velado, todo un ejemplo de actuación.
Y, además, esa limpieza que logran los argentinos (Tolcachir, Veronese) en escenas violentas o con todos los personajes hablando a la vez, tan embarulladas cuando las vemos interpretadas aquí, esa voz poética que suena natural (“Tu lugar está donde esté alguien que te quiera”) y ese acusado sentido del humor que brota como destellos en obra tan triste (“Si por lo menos fuera budista y no rezara a este dios hecho a nuestra imagen y semejanza, andáte qué poca imaginación”). La compañía, en gira desde hace tres años, viajó desde Burlada a un festival en Alemania. Muy poco público pero caras conocidas de espectadores atentos que no quisieron perderse esta joya.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el sábado 25 de octubre de 2014.
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