Crítica de Víctor Iriarte en Diario de Noticias de «Los Macbéz», dirigida por Andrés Lima, en Gayarre
CRÍTICA TEATRO
Los Macbez. Autor: William Shakespeare, adaptación de Juan Cavestany. Intérpretes: Carmen Machi, Javier Gutiérrez, Chema Adeva, Rulo Pardo, Rebeca Montero, Jesús Barranco y Laura Galán. Dirección: Andrés Lima. Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Domingo 19 de octubre. Público: Lleno.
Galicia caníbal
Estuvo Andrés Lima impartiendo un curso en Pamplona y lanzó una andanada: “Entre los críticos hay falta de cultura teatral”, declaró. Respondo como aquel al que le preguntaron que qué opinión tenía de los franceses: “Ninguna razonada, no los conozco a todos”. También dijo que no se hace buena crítica porque no se analiza más que “el resultado, no hay información previa ni posterior del trabajo hecho”. Este argumento sí resulta desconcertante, puesto que no es labor del crítico analizar intenciones, sino la obra artística terminada que se ofrece al público. Y remató: “En España falta mucha pedagogía sobre la cultura y se tiende a juzgar cuando se debería opinar y crear debate”.
Lima, conviene decirlo, es un excelente director y quien ha participado como alumno en sus talleres, como es mi caso, sabe el cuidado que pone en sus propuestas. El Macbeth presentado en Gayarre (también programado el domingo 9 de noviembre en Auditorio Barañain) es una adaptación libre, arriesgada, pasada de rosca, brillante en interpretación, iluminación y puesta en escena, y ciertamente divertida, del clásico de Shakespeare, en el que el sanguinario y salvaje proceso para alcanzar el poder es trasladado a las peleas de partido en la Galicia autonómica. El partido es el PP, claro. Y, aunque conocemos los navajazos (figurados) que se dieron para suceder a Fraga entre los de la boina y el birrete, el clientelismo descarado, la corrupción rampante, los veraneos impunes con amiguetes traficantes y todas esas gaitas, y nunca mejor dicho, mezclarlos en el escenario con la sucesión de crímenes “escoceses” encaja como a un Cristo dos pistolas.
Si se abstrae esa “actualización”, la propuesta estrictamente teatral ofrece momentos brillantes, como la concepción simbólica del escenario, que pasa de aséptico quirófano de luz blanca a burdel, pazo-castillo o escenario de las pesadillas del protagonista con un estudiado uso de la luz. Destaca, cómo no, la Machi en todos sus matices, como urdidura de la trama devastadora y su triste penar al final, y un brillante Javier Gutiérrez desde el político brioso, maniobrero y golfo de sus inicios a su caída en el abismo por remordimientos. Su desquiciado monólogo del final arrancó una sincera ovación. El resto de intérpretes se desdoblan en múltiples personajes de forma talentosa, y destacan los momentos cómicos de Chema Adeva (el chófer) y el siempre efectivo Jesús Barranco como Banquo-Xenén.
El Macbeth original es pacato en la exhibición de sexo y contenido en la violencia explícita, pues las escenas criminales son en off, se desarrollan fuera de escena. Un Lima excesivo, salvaje y valleinclanesco las lleva a primer plano y en la escena final mancha de sangre las manos de los vengadores, en un mensaje subrayado: todos dan asco. Pero, a mi juicio, en todo este exceso hay mucho de toreo de salón. En vez de afrontar a pecho descubierto con un texto actual la realidad caníbal que pretende criticar (como sí hizo con los Animalario en la genial La boda de Alejandro y Ana o en Hamelín), aquí se mete en jardines imposibles por comodidad o prudencia, quizá porque apañar un clásico para lanzar metáforas, por poco sutiles que sean, siempre es menos comprometido. Si quería debate, yo lo abro.
POR Víctor Iriarte. Publicado en Diario de Noticias el martes 28 de octubre de 2014.
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