El pasado 31 de mayo, escribí esto:

El Athletic de Bilbao, que como todo el mundo sabe es el mejor equipo del mundo, porque nadie es capaz de igualar lo que él se hace, jugar con la consigna de que no todo vale, perdió el sábado la final de la Copa del Rey contra el Fútbol Club Barcelona. Un equipo que, como todo el mundo sabe:

– No respeta las reglas. Está inhabilitado para fichar jugadores por su estrategia ilegal de arramblar con niños de todo el mundo.
– Tiene a un ex presidente (Núñez) encarcelado por sobornar a inspectores de hacienda.
– Tiene a un expresidente (Rosell) dimitido por fraude en la contratación a un jugador para pagar menos impuestos y al que a ver si vemos también en el trullo.
– Tiene al mismo señor investigado por la fiscalía de los EE.UU. en su investigación sobre la corrupción en la FIFA (contrato Nike con Sudamérica, según la portada del sábado de El País).
– Tiene o ha tenido negocios con dictaduras caucásicas donde organizaciones no gubernamentales han denunciado explotación infantil a la vez que pone la publicidad de Unicef en sus camisetas.
– Tiene 10 veces más presupuesto (550 millones según las cuentas oficiales, que a saber, que ya vemos como las manipulan).
– Tiene siempre buenos amigos entre los árbitros.
– Tiene mano en la Federación y logra que no se cumplan las sentencias de cierre del estadio.
– Logró que la final de Copa se jugara en su campo y no en terreno neutral.
Y el Athletic perdió 3-1 lo que, dadas las circunstancias, digo que no es un mal resultado.

Hoy, día de San Mamés, le hemos puesto en su sitio ganando la Supercopa de España por un resultado contundente: 5-1. A ver si así aprenden a diferenciar lo que es ser un equipo grande (ayudado por su negociación de los derechos televisivos a la carta para él y el Madrid) y lo que es la grandeza, que es lo que tiene el Athletic.

Y la grandeza no se compra con dinero ni con nada.

Cada día que pasa, somos un poco más grandes, porque es un día más distanciándonos de todos los demás equipos de fútbol del mundo.

He dicho. Ahora, a disfrutar y a sufrir, que es lo nuestro (pero qué bien sabe).