CRÍTICA TEATRO

El crédito. Autor: Jordi Galcerán. Intérpretes: Carlos Hipólito y Luis Merlo. Director: Gerardo Vera. Producción: N. Belmonte, C. Larrañaga, M. Pino (Madrid). Lugar: Teatro Gayarre. Fecha: Miércoles 30 de abril. Público: Lleno.

Crédito ilimitado

Escribí a propósito de Conversaciones con mamá –en Baluarte en marzo–, que su adaptador, el barcelonés Jordi Galcerán, es ahora mismo el mejor autor teatral de  España (El método Gronholm, Fuga y Carnaval se han visto en Gayarre, no así su otro gran éxito todavía en cartel, Burundanga), por lo que había expectación por ver su último estreno, El crédito, que afortunadamente ha encontrado un hueco para girar a pesar de llenar a diario en Madrid esta temporada. También se agotaron las entradas en Pamplona y el público, en mitad de la representación, y hasta en cuatro ocasiones, interrumpió a los dos intérpretes estallando en aplausos tras cuatro de los momentos especialmente brillantes, con lo cual ya está todo dicho sobre el éxito del montaje.

No puedo contar el argumento, más allá de decir que la obra comienza cuando un hombre de mediana edad (Luis Merlo) recibe la negativa del director de la sucursal bancaria (Carlos Hipólito) a concederle un crédito. Tras mucho rogar, y desesperado, le advierte que se verá obligado a hacer una cosa que destrozará su confortable vida familiar. No es exactamente una amenaza, porque lo que se propone hacer no es delictivo ni violento, pero suena contundente y, a la vez, un punto increíble.

Un único escenario –el despacho de la sucursal–, dos actores y un conflicto. No hay más. Una vez lanzada la advertencia, exactamente a los cinco minutos de iniciada la función, uno apostaría a que aquello no tiene posibilidades de desarrollo dramático, que apenas da para otros cinco minutos más de teatro. Que se necesitaría introducir otro personaje o que la acción discurra por derroteros extraordinarios para mantener el interés. Pero no. Ahí está toda la maestría de Galcerán, que sostiene la discusión entre bancario y cliente por espacio de 30 minutos más, hasta que el primero echa con cajas destempladas al extraño sujeto que le solicita el dinero. Oscuro y segundo acto. ¿A dónde nos conducirá la obra? A que, por increíble que suene, la habilísima construcción dramática del autor hace que, mediada la función, sea el director del banco quien pida, ruegue y hasta amenace al cliente para forzarle a hacer aquello que dijo que haría, o de lo contrario, no le concederá el crédito.

Luis Merlo y Carlos Hipólito son actores excepcionales y, en escena, empastan de maravilla. El primero equilibra muy bien un personaje complejo, del que nada sabemos: oscila entre tipo desesperado y el hombre tranquilo; a ratos parece casi un vagabundo pero hace creíble el hombre culto que se es; nos tragaríamos si deviniera en psicópata y a la vez destila bondad cuando trata de ayudar. Carlos Hipólito está brillante y extrae todos los matices a su personaje, desde el bancario seguro de sí mismo de la primera escena –con su infinita paciencia en las interminables explicaciones que ofrece para justificar que no hay crédito– hasta el patético capullo que se desvela conforme avanza la función. Con conversaciones telefónicas construye los otros dos personajes “en off” que son protagónicos en la obra pero no se verán en escena. Cada réplica suya parece dicha como por primera vez, porque su trabajo destila verdad. Que haya recibido esta misma semana el prestigioso premio “Valle-Inclán” de Teatro simplemente constata la evidencia de su categoría.

POR VÍCTOR IRIARTE. Publicado en Diario de Noticias el sábado 3 de mayo de 2014.